Actualmente, son muchas las mujeres árabes que optan por el séptimo arte para mostrar las realidades socio-políticas de sus respectivos países y regiones. En su mayoría a través del cine documental: un cine que no requiere de mucho presupuesto y que se desarrolló enormemente en los últimos años. Ofrece un punto de vista subjetivo y muchas veces íntimo sobre las condiciones a las que se enfrentan diariamente como individuas dentro de la sociedad. La cámara y los ojos de cada realizadora son una ventana al mundo árabe, convirtiéndose así en un cine de autoras que rompe y deconstruye el lenguaje cinematográfico tradicional y la visión estereotipada de la mujer.

Las mujeres árabes han sufrido históricamente una doble censura. En primer lugar, la del régimen y, en segundo lugar, la de los hombres. Sin embargo, desde la pionera Aziza Amir -cineasta egipcia que actuó, codirigió y produjo su primer largometraje Leyla en 1927- han ido apareciendo más nombres femeninos en las pantallas, como Assia Dagher (Líbano), Fatma Roushdi (Egipto), Salma Bakkar (Túnez), entre otras; mujeres que han ocupado cargos técnicos dentro de la industria; productoras, editoras, directoras de arte, etc. Pero hasta las décadas del setenta y ochenta las películas eran exclusivamente comerciales, al igual que sus temas. Fue desde entonces que los films empezaron a tratar los derechos de la mujer.

En 1959, a partir de la creación del Instituto de Cine de El Cairo -la primera escuela de cine en el mundo árabe-, surgió una nueva generación de mujeres árabes que comenzaron a ejercer y aprender el oficio cinematográfico, creando así un nuevo lenguaje en cada uno de sus países. En estos años se produjeron algunos títulos como Al-farah masri (La boda egipcia), Saaba laiali subhya (Siete noches y una mañana). En los años posteriores, tras la independencia de muchos países árabes, el cine nacionalista emerge en países como Túnez, Marruecos, y Argelia. Un cine que en sus inicios se centraba en temas como la lucha por la liberación nacional y los problemas sociales que surgieron como consecuencia del colonialismo.

“A partir de los inicios de la lucha armada palestina contra la ocupación israelí, comienzan a destacarse una gran cantidad de directorxs, tanto por el novedoso lenguaje que utilizan en sus obras, como también por el contenido político y social que tratan”El cine egipcio marcó el fin de su época dorada con la llegada de Anwar al-Sadat, que en su gobierno adoptó una política de apertura económica que dejó a los sectores más productivos en manos del capital privado y extranjero, poniendo así fin a las políticas estatales defendidas por el anterior gobierno como modelo de desarrollo. El Estado deja entonces de financiar por completo las producciones nacionales, dejando entrar sólo películas extranjeras comerciales.

El cine nacional de tipo social comienza a verse como forma de oposición al régimen derechista de al-Sadat, por lo que fue prohibido y muy pocas películas salieron a la luz para reflejar la situación económica y política que vivió el país durante esos años. El liderazgo del cine egipcio en el mercado se retira y mientras tanto, aumenta la distribución del cine norteamericano. La producción audiovisual en países como Túnez, Marruecos, Argelia y Magreb crecía lentamente con muy pocos títulos anuales.

A partir de los inicios de la lucha armada palestina contra la ocupación israelí, comienzan a destacarse una gran cantidad de directorxs, tanto por el novedoso lenguaje que utilizan en sus obras, como también por el contenido político y social que tratan. Un gran ejemplo es la directora palestina Mai Masri, que en su primer documental Taht al-Anqandh (Bajo los escombros) de 1983, retrata el sufrimiento palestino y libanés tras un bombardeo israelí sobre los terrenos del oeste de Beirut y el sur del Líbano. Seguidos de este, aparecen más respuestas artísticas y sobre todo cinematográficas, sobre la situación política y social que vivía el mundo árabe. Nacen nuevas generaciones de cineastas palestinas, egipcias, sirias, tunecinas y argelinas, presentando un nuevo cine crítico y político -pero no siempre feminista- que rompe con los estándares del cine comercial sin la necesidad de grandes producciones ni apoyo Estatal. En países como Marruecos, Túnez y Argelia se opta por la coproducción francesa -o inglesa en pocos casos- para obtener una mayor distribución en Europa. Sin embargo, este nuevo movimiento cinematográfico no duró demasiado debido a la competición y al arrasador cine comercial norteamericano. Nuevamente se realizaron pocas películas en estos años, hasta la llegada de la cámara digital en los años noventa. El panorama cambia absolutamente no sólo en cuestiones técnicas sino, también, en cuanto al tipo de cine que comienza a aparecer: ya no buscaba la difusión en los mercados sino dentro de círculos alternativos, como festivales y por sobre todo la televisión. El cine documental comenzó a adquirir mayor importancia y empezó a saltar los límites de la censura impuestos por los gobiernos.

Surgen y continúan las luchas de las mujeres palestinas contra la ocupación israelí y las posturas sociales que adoptan a partir de esto. El papel de las argelinas, las egipcias y las sirias, frente a las dictaduras militares y los fascismos; las luchas entre la derecha e izquierda; las guerras civiles; la pobreza y los intentos de construcción de países democráticos e igualitarios. Dentro del cine de mujeres encontramos el ficcional y el documental. El tema de la sexualidad y del velo resultan atractivos para el mercado occidental, que empieza a interesarse por las películas que tratan dichos temas.

“Muchas realizadoras comienzan a optar por el documental, para romper con los estereotipos y el lenguaje convencional y así generar un cine de contenido crítico y analítico como forma de protesta. Crean un cine de resistencia, revolucionario, muchas veces sin darse cuenta”Dos de las películas más conocidas que tuvieron repercusión en occidente son: Dunia (2005) de Jocelyne Saab, sobre la sexualidad de una mujer egipcia que quiere ser bailarina pero se encuentra condicionada por la sociedad por el hecho de querer sentir su cuerpo libremente; y Caramel (2007), de Nadine Labaki, sobre un grupo de mujeres que empieza a hablar sobre su sexualidad y las dificultades que viven para ser libres sexualmente (ambas películas son libanesas). El resto de las películas de ficción realizadas por mujeres tiende a mostrar a la mujer como objeto sexual, para obtener más éxito en taquilla. Por lo tanto, muchas realizadoras optan por el documental, para romper con los estereotipos y el lenguaje convencional y así generar un cine de contenido crítico y analítico como forma de protesta; crean un cine de resistencia, revolucionario, muchas veces sin darse cuenta.

En los últimos años, han ido apareciendo gran cantidad de documentales de realizadoras palestinas, libanesas, egipcias, marroquíes, argelinas, tunecinas, etc. Con el cine digital esto resultó mucho más sencillo, creando más puertas y dejando un margen más amplio para tratar temas diversos.  Con el surgimiento de los documentales independientes, comienzan a realizarse documentales de contenido político: Miraat Gamila (El espejo de Gamila), Ziara kasira (Una visita corta), Ihki ya asfura (Cuenta pajaritos), Haida Lubnan (Este es Líbano), Ana alati tahmil al-zuhur ila kabriha (Yo soy quien lleva las flores a mi tumba), etc. Cineastas como Azza Abu Hassan, Liana Badr, Hala Abdallah y Mai Masri se han mantenido constantes en estas temáticas, reflejando los problemas a los que se enfrentan las mujeres en el mundo árabe, su papel en los cambios socio-políticos y los tipos de debates sobre la mujer árabe de sociedades como las nuestras. Mai Masri realizó su primera ficción, 3000 nights en 2015, sobre una mujer palestina que da a luz en una prisión israelí. Generalmente, estos documentales tienen un hilo narrativo, sea de amor, amistad o familiar, por lo tanto es ahí donde encontramos lo innovador y lo íntimo de cada realizadora.

Actualmente son varios los festivales de cine árabe realizado por mujeres. En un principio asistía con un público enteramente femenino, al que sólo acudían amas de casa, pero al día de hoy se ha tornado mucho más heterogéneo.

Heroínas del pasado, del presente y del futuro, las realizadoras árabes opinan, sugieren, cuestionan, y luchan por la opresión que viven diariamente. Es ahí donde resisten, combaten y revolucionan: a través de la mirada y del lenguaje cinematográfico.Anexo: algunas películas árabes contemporáneas realizadas por mujeres

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