“Vale la pena luchar por lo que vale la pena tener”
Fotos: Sofía Muiños
A la hora de pensar la práctica de un deporte estamos rodeados de supuestos y prejuicios sobre cómo se debe jugar ese deporte. Pero en la experiencia de comenzar un taller de hockey en la Carcova, se develan otras formas legítimas de jugar y aprender. Tanto es así, que para poder realizar el taller tuvieron que ir sacando las piedras que tenían en las zapatillas, es decir, tuvieron que partir de lo que consideraban carencias hasta evidenciar que no lo eran y llevar adelante otro hockey distinto del que vemos en televisión.Romina llega puntualmente a la canchita de fútbol-multi deporte con sus sandalias con taquito. Algunos padres están terminando de rastrillar la tierra, sacando vidrios y otros elementos que se fueron depositando allí desde la última práctica de hockey. Las sandalias con taquito no son cómodas para entrenar, pero Romina va igual porque la última vez la profe le dijo que era muy buena defendiendo. Con la luz interior que le dio ese reconocimiento regresa feliz a la canchita. Ese día van a decidir el color de las camisetas que una cooperativa textil les está haciendo para cuando jueguen partidos, y ella no se lo quiere perder.Poco a poco van llegando los demás. Vienen de todas partes de La Carcova. Antes de la práctica, la profe la recorre para buscarlos casa por casa. Al costado de la cancha está la “Biblio”, que se va llenando de chicos. La tierra vuela con el viento. Madres con bebés toman mate a la intemperie. La profe les va dando a los chicos los palos que donaron sus ex-compañeras de equipo y reparte unas bochas caseras hechas con pelotitas de tenis rellenas de arena. Pronto se ponen a practicar, y es la propia práctica la que va haciendo que los futboleros abandonen de a poco el campito.¿Qué deporte juegan? ¿Es el mismo hockey que se juega en otros clubes? ¿O acaso será solo formalmente el mismo deporte pero practicado bajo encuadres sociales diametralmente opuestos? ¿Cuántos “hockeys” existen?Quienes hicimos deporte recordamos la práctica misma (los entrenamientos, los partidos, los clubes) pero la memoria desestima los entornos, aquello que acompañaba la práctica deportiva y que hemos tomado como “natural”: tomar un colectivo u otro transporte público para ir hasta el club, llevar en el bolso las zapatillas y la ropa, terminar de entrenar y pegarse una ducha en el vestuario, pagar la cuota social; regresar tarde y saber que hay un padre o una madre esperando en la parada del colectivo, junto a una cena que nos aguarda; y en los partidos, tener la remera del club y los implementos deportivos necesarios para jugar.“A Romina ni siquiera se le puede ocurrir la idea de ir hasta un club. No sólo porque no tiene zapatillas y en sandalias se hace difícil jugar, sino porque, si lo hiciera, seguramente tendría que soportar las miradas de las otras jugadoras.”¿Cómo se pondera la desigualdad? A Romina ni siquiera se le puede ocurrir la idea de ir hasta un club. No sólo porque no tiene zapatillas y en sandalias se hace difícil jugar, sino porque, si lo hiciera, seguramente tendría que soportar las miradas de las otras jugadoras. Romina sería una figura “incómoda” en ciertos ámbitos deportivos, si es que pudiera acceder a ellos. Y además, ¿tendría un papá esperándola en la parada del colectivo para acompañarla de regreso a la casa? ¿Habría una cena en la mesa? ¿Quién le pagaría la cuota del club? Los detalles que acompañan a la práctica deportiva forman parte constitutiva del marco social en donde se hace deporte, sólo que a veces quedan invisibilizados, y creemos ingenuamente que hay una sola manera en que se desarrolla ese deporte. Que no es “uno”, exclusivo, único, más allá de lo formal, de las reglas de juego y de los valores liberales con que se los suele adjetivar. Hay muchos “hockeys”, muchos “voleys”, muchos “fútbols”. El deporte adquiere múltiples formas. El deporte también forma parte de la desigualdad constitutiva de la sociedad.Es necesario, creemos, mostrar las piedras que hay en todas las zapatillas y en todas las sandalias, para poner en tensión nuestros propios supuestos. Ubicarlos nos permitió entender la experiencia de Romina, y de tantos otros chicos, en sus propios términos, bajo sus propias lógicas, dentro de su propio contexto, y no bajo la luz dominocéntrica de otras experiencias.
Para muchos, José León Suárez es un lugar de tránsito, un pasaje a atravesar en dirección a San Isidro o a Morón. Para los chicos de La Carcova es el lugar donde viven. La Carcova es una de las tantas villas que, acollaradas entre sí, que se recuestan sobre el arroyo Reconquista y también sobre los basurales a cielo abierto del CEAMSE. La Biblioteca Popular La Carcova, la Biblio, se encuentra localizada en la villa de la cual toma el nombre, en José León Suárez, partido de General San Martín. El nombre, sin acento en la a, nació porque La Carcova se asentó originariamente sobre la continuación de la calle Ernesto de La Cárcova. En la carrera de sociología de la UNSAM, conocí a Waldemar, uno de los iniciadores, motor intelectual y efectivo de la Biblio. Entre ideas, mates y charlas, el proyecto de un taller de hockey comenzó a delinearse. Allí también, tuve de profesora a María, la madrina de la iniciativa, quien siempre acompañó el proyecto y reflexiona conmigo en estas líneas.1En 2012, la Biblio era poco más que una cabañita de dos metros por tres, alzada con maderas y chapas producto del cartoneo. Los restos de una alfombra apolillada cubrían el piso de tierra. Cuatro años después, con el apoyo del Programa de Voluntariado Universitario alcanzado por intermedio de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), la Biblio creció, material y comunitariamente: tiene piso de cemento, una biblioteca lozana que los chicos pueden consultar libremente, y una losa para construir un primer piso más adelante. Allí se desarrolla un plan Fines, se hacen talleres para mamás del paco, de fotografía, de arquitectura, entre muchos otros que sería largo enumerar.2
El Taller de Hockey forma parte de este trabajo activo de la Biblio. Asumimos que la educación es un derecho que se debe poner en práctica, es decir, que se debe activar para generar una transformación tanto personal como colectiva. Desde la educación popular, entendemos que el Estado, en este caso en la figura de una universidad nacional, debe asumir la responsabilidad de generar un ambiente propicio para potenciar el saber que se funda en la experiencia de la ciudadanía. En la Biblio, el trabajo social y comunitario que desarrollamos incentiva a los vecinos a asumir un papel de actores principales en la transformación de su mundo, de su entorno social.Para 2013, en la Biblio había talleres de encuadernación, percusión, fotografía, de juegos y de arte, entre otros. Faltaba algo referido al deporte. Veníamos hablando con las familias sobre la posibilidad de comenzar un Taller de Hockey. En La Carcova, las madres miraban de reojo a la biblioteca, los padres de a poco se acercaban a preguntar. Era el momento de apropiarse aún de más espacios: el campito, tierra del fútbol carcoveño por excelencia. No teníamos recursos ni profesora pero entendimos que era necesario dar comienzo al hockey. Yo jugaba al hockey desde los 9 años en el colegio. No era más que una defensora aguerrida. Pero estaba retomando el hockey con un grupo de ex-compañeras y amigas. Recurrí a ese grupo y empecé a recolectar palos de hockey. Entusiasmadas, respondieron muy rápidamente y al cabo de una semana el Taller contaba con diez palos de hockey. Mi papá y mi mamá, profesor de Educación Física y maestra en Nivel Inicial, aportaron no sólo un bolsón azul de lona -para poner el material- y pelotitas de tenis sino también formas creativas de plantear actividades, motores de juego pero por sobre todo lo valioso de la experiencia de continuidad en las actividades. Ahora sí, ya se podía empezar.Un sábado a las 11 comenzamos la actividad; a las 11 no había ido nadie; tampoco a las 11:30. Me fue difícil de entender. ¿Por qué la convocatoria -gratuita- tuvo como resultado que no fuera nadie? El impacto de tamaña ausencia provocó la respuesta de Walde, el carcoveño, que me dijo: “Flor, ¿por qué no vamos a las casillas a buscar a las chicos y de paso les contamos a las madres lo que estamos empezando?” Y así, de hecho, comenzó la actividad: con un recorrido por un camino de tierra que bordea la cancha hasta las casillas, entre ladrillo, chapa, madera, cartones y toldos. Ahí estaban los chicos y las madres. Presentarme y contar la actividad en la puerta de las casillas, una por una, generó el primer contacto de confianza. Los padres empezaron a mandar a los chicos al Taller.Esta fue una de las piedras que fue necesario sacarse de las zapatillas, desnaturalizando representaciones sobre el deporte y poniendo blanco sobre negro los encuadres de la práctica efectiva. En un club organizado, basta con poner un cartel que diga “Horarios de entrenamiento” para reclutar jugadores/as. En La Carcova, la convocatoria no surtió efecto. Hay que generar confianza, hay que ir a buscar a los chicos. Los padres necesitan saber que el vínculo será permanente, que sus hijos estarán cuidados y que no importa si no tienen zapatillas, que ir con sandalias está bien igual. Porque el hockey al que van a jugar es similar pero distinto al que juegan Las Leonas y Los Leones en la televisión. En este hockey no importa la mirada del otro, importan otras cosas. Cada sábado, ahí, en el campito, se comenzó a practicar hockey. Previamente, los adultos ayudaban a limpiar el campito, rastrillo o escobas en mano. Como en Carcova todo es intermitente, los padres nos estaban “midiendo”. Querían saber si esta actividad iba a continuarse, si sus hijos iban a poder entusiasmarse con lo duradero. Poco a poco fuimos evidenciando el problema de naturalizar un entorno dado y una respuesta esperada: la idea de que se entrene en un club y que los chicos acudan. Esta actividad, no estaba a la espera de las personas, más bien estábamos a la búsqueda. Segunda piedra fuera de la zapatilla: en un club la práctica está “institucionalizada”, mientras que en La Carcova, a la “institucionalización” hay que construirla. Tercera piedra: -más pragmática si se quiere- la implementación concreta. Los materiales para entrenar y las propuestas se iban pensando entrenamiento a entrenamiento. Con llantas de automóviles se armaba un circuito de velocidad y salto, con los palos se simulaban vallas. Poco a poco no sólo aprendimos a planificar en base a nuevos materiales y lo disponible en la Biblio, sino que también tomamos las iniciativas que los chicos fueron presentando. En la Biblio se establece un acuerdo en renovación constante, clase a clase, usando las contingencias a nuestro favor.En la última década, atendimos a un proceso de popularización del hockey que primero encontró a las Leonas y luego a los Leones como actores de referencia de un deporte en crecimiento. El hockey trasvasó sus propios límites territoriales y sociales en los que solía practicarse (fundamentalmente en los sectores medios, medios/altos). En los últimos años, este deporte alcanzó distintas geografías urbanas más o menos delineadas, muchas de ellas en las periferias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires3; otras, en el Conurbano Bonaerense.En la Carcova, el Taller de Hockey tuvo como motor de búsqueda la apertura al deporte como una forma de relación con el otro y con el entorno. Nuestra experiencia no sólo se tejió entre momentos de angustia e incertidumbre inicial respecto a la continuidad de la actividad, sino que se fue constituyendo en permanente diálogo con los carcoveños. El hockey o “los hockeys” emergen de la experiencia carcoveña, propia de un “made in Carcova”. Se trabaja con diferentes materiales, con reglas ad hoc y, también, con propuestas de los chicos.“Este hockey y no otro, es el que va generando en los chicos la experiencia de continuidad en una actividad y, también, la apropiación de nuevas formas de trabajar, construir y moverse en equipo.”Tampoco es hockey “masculino o femenino”, chicos y chicas practican juntos. Para los chicos su hockey es tan legítimo como aquel que practican las Leonas, los Leones, los vecinos del Mitre o los de una Cooperativa. No ponen en duda la legitimidad, aunque no dejan de advertir sobre la vestimenta, los palos y los cuerpos de esos “otros”. El hockey en La Carcova se forma y se transforma en cada práctica. Este hockey y no otro, es el que va generando en los chicos la experiencia de continuidad -esa línea- en una actividad y, también, la apropiación de nuevas formas de trabajar, construir y moverse en equipo.En el caso del deporte en y desde La Carcova nos preguntamos si el deporte puede “nivelar” las desigualdades. Como si el deporte tuviera en sí cualidades intrínsecas que mágicamente arrancaran a los chicos menos favorecidos de su situación. ¿Cuántas veces nos encontramos con situaciones de enseñanza en las cuales nos empeñamos en enseñar sin reparar en que las desigualdades ya están ahí? Cuarta y gran piedra a sacar de la zapatilla: partir de lo que hay, no como carencia sino en tanto potencial.1 Estas reflexiones forman parte de un trabajo realizado para el 11° Congreso Argentino y 6° Latinoamericano de Educación Física y Ciencias de la Universidad de La Plata.
2 Para ampliar ver http://bibliotecapopularlacarcova.blogspot.com.ar/
3 Uliana, S. (2013): “El hockey femenino y las leonas. Identidades cruzadas, entre nación, clase social y género”, en Juan Branz, José Garriga y Verónica Moreira (Comps.): Deporte y Ciencias sociales, La Plata: Edulp.