Autoras: Charo Solis, Melina Pagnone, María de las Nieves Puglia y Belén López

Una de las principales críticas feministas consiste en evidenciar que históricamente el hombre ha sido la medida de todas las cosas, incluso de las instituciones. Los espacios como el universitario se suponen a sí mismos neutrales en términos de géneros, raciales y de clase (entre otros). Pero cualquier propuesta feminista debe partir del reconocimiento de la experiencia vivida en el cuerpo, en los cuerpos sexuados: ser una estudiante mujer cis o trans es estar destinada a una experiencia completamente distinta a la que puedan transitar las masculinidades hegemónicas. Pensar políticas feministas dentro de la Universidad implica, por un lado, cuestionar y revisar los cimientos de las lógicas excluyentes y, por otro, reinventar, modificar y proponer procedimientos que garanticen el acceso y la continuidad de las mujeres e identidades no hegemónicas a la educación superior. 

Celia Amorós decía que los feminismos se caracterizan por su imaginación. Lo que podríamos llamar la “imaginación feminista” puede verse en la creación de conceptos. Pero a la hora de intervenir en casos de violencia de género o de hacer de la perspectiva de géneros una política institucional, la teoría se enfrenta con un problema: de la investigación a la intervención sobre los vínculos cotidianos hay un trecho largo y no siempre se cruza. Para hacerlo hay que preguntarse: ¿cuánto estamos dispuestes a problematizar las dimensiones más naturalizadas de los modos en que nos vinculamos? ¿Cuánto de las lógicas de sociabilidad académica estamos dispuestes a trastocar en nombre de un mundo más igualitario en términos de géneros? Una cosa es hacer de los géneros una práctica investigativa y, otra bien distinta, una práctica de política cotidiana y una ingeniería feminista.

¿Por qué molesta la transversalización de la perspectiva de géneros cuando se logra capilarizar en la vida universitaria? La lógica propia del campo universitario es la acumulación de capital académico. En cambio, la lógica de quienes ponemos en marcha el funcionamiento de la transversalización va en otro sentido, pues se desentiende de esa dinámica de construcción de prestigio intelectual. Ponemos el dedo en la llaga porque disputamos la mismísima dinámica interna de la acumulación de capital académico desde una perspectiva vincular. El prestigio académico no vuelve impune a ningún ser cuando procede de formas violentas y discriminadoras. Estudiamos, trabajamos y construimos nuestros afectos en una universidad que ha generado a su interior un espacio que busca subvertir las lógicas propias del campo.

No es un dato menor que quienes nos abocamos a esta tarea provengamos de la sociología, la antropología, las artes, el psicoanálisis y, aunque sorprenda, de la administración pública. La tarea de transversalizar e intervenir en la vida académica, requiere estudiar los fundamentos mismos del ordenamiento de los géneros y las violencias y sus especificidades en este escenario. Pero también es necesario conocer los andamiajes institucionales, el funcionamiento de la burocracia, su dinámica y sus intersticios, los actores y espacios y hacer un enorme trabajo de ir tejiendo hilos al interior de cada una de esas instancias. Este horizonte requiere insistencia para asegurar que tanto una persona que se siente afectada en su condición de género como une estudiante que siente que los contenidos dictados en su materia responden solo a matrices androcéntricas, transite por una experiencia universitaria y científica más justa.

Las teorías, sin andamiaje institucional- y, a veces, burocrático- resultan inertes para poder problematizar y transitar los vínculos. Conceptos y dispositivos se mueven juntos en pos de producir relaciones sociales más igualitarias y justas. Relataremos algunas de las tensiones a las que nos enfrentamos cotidianamente aquellas mujeres de IDAES que formamos parte de la Dirección de Género y Diversidad Sexual a la hora de gestar una ingeniería feminista de reflexión e intervención en nuestra Universidad. 

Ingeniería feminista I: La Consejería integral

La Consejería Integral en Sexualidades y Violencia de Género se inscribe como praxis feminista dentro de una institución históricamente excluyente. A lo largo de los últimos años se ha dedicado a crear acciones y procedimientos destinados a democratizar el acceso y continuidad de les estudiantes y trabajadores en cuestiones de géneros y diversidad. La Consejería ha creado una ingeniería al servicio de esta causa. Partiendo de la premisa de que la educación es un derecho y no un privilegio, diseñamos estrategias que nos permitan hacer de la Universidad un espacio más receptivo y ameno para las mujeres y personas LGBTTIQ.

La apertura de la Consejería a fines de 2013, inauguró un espacio que recepciona consultas referidas a dos líneas de trabajo: por un lado, violencia y discriminación y, por otro, sexualidades. Más tarde se incorporó una tercera línea que trabaja en la búsqueda de mujeres e identidades disidentes desaparecidas y que está destinada a asesorar a sus familiares y/o amigues. 

Resulta especialmente difícil desarticular algunos imaginarios en torno a la atención: ni la consejería en sexualidades es un centro de salud, ni la consejería en violencias es una comisaría. 

Consideramos la sexualidad como una dimensión fundamental de la vida universitaria. En lo que respecta a la línea de sexualidades, la demanda creciente tanto de métodos anticonceptivos, como de test de embarazo y consejerías pre y post aborto para embarazos no deseados demuestra que espacios periféricos al sistema de salud y más locales o cercanos a les estudiantes puede mejorar visiblemente la calidad del acceso a los mismos. Además visibiliza que las instituciones educativas no están pensadas para estudiantes que son madres, o simplemente no imaginan a sus estudiantes como personas sexualmente activas.

Por otro lado, las relaciones y los intercambios de saberes están cargados de erotismo: es sumamente seductor aprender, enseñar, conocer e intercambiar. Más allá de la dimensión ideal del erotismo del saber, la materialidad del modo en que se producen las relaciones sexo-afectivas requiere, muchas veces, atención. 

Así como erótico, el saber también puede encarnarse en relaciones violentas. Como toda institución, las universidades no siempre se piensan a sí mismas. Su objetivo siempre ha sido el estudio de todo lo que existe por fuera de ella. La otra cara de esta misma moneda, es que se ha visto a sí misma como inmaculada, neutral e igualitaria. La Consejería produce una fisura en el ámbito universitario, pues descubre su carácter de reproductor de desigualdades y violencias. Acercarse a la Consejería por un caso de violencia de género no significa denunciar. A diferencia del espacio en sexualidades, donde les estudiantes asisten ante una evasión de la institución de salud, resulta particularmente difícil desarticular el fantasma de una especie de fiscalía. La atención en la Consejería contra las violencias intenta un abordaje integral de la situación donde lo fundamental es la creatividad. El Protocolo para la Actuación en Situaciones de Discriminación por razones de Género y/o Violencia de Género de la Universidad Nacional de San Martín ha sido una gran herramienta porque abre un canal para vehiculizar denuncias. Sin embargo, contrario al sentido común, la consejería en violencias no es un mero lugar de recepción de situaciones críticas, sino un espacio, confidencial y libre de prejuicios, un espacio de contención y de referencia donde se solucionan las urgencias, se ofrece orientación psicoanalítica con perspectiva feminista y se buscan las mejores formas de transitar el proceso sin tener que enfrentarse a la violencia institucional re-victimizante, respetando por sobre todas las cosas la voluntad de cada persona que se acerca.

Una de las búsquedas incansables es la construcción y reconstrucción de redes de acompañamiento, en las que la Universidad se vuelve un actor preponderante que persigue un fin fundamental: que les estudiantes no abandonen la institución. Cada intervención implica un trabajo con docentes y autoridades movilizadas por la temática, la proposición de esquemas de cursada y evaluación que respeten el proceso particular que tiene esta problemática. Este proceso no está exento de obstáculos, pues implica romper el imaginario tan instalado de les estudiantes como objetos tabla rasa al que la institución imparte conocimientos. Producir una herida en este imaginario genera susceptibilidades entre quienes defienden una educación meritocrática donde cada estudiante es une más que debe respetar las reglas y adaptarse más allá de sus experiencias particulares.

Ingeniería feminista II: Recursero en tiempos de ajuste

La cabeza piensa donde los pies pisan, decía Paulo Freire. La construcción de un recursero en cada área de intervención facilita la búsqueda de espacios cercanos para la persona que consulta, pero también favorece la organización de las redes de contención. El recursero imita a las viejas guías telefónicas. Allí plasmamos las redes que construimos con hospitales, centros de salud, comisarías, fiscalías, organizaciones políticas, espacios de asesoría jurídica, talleres de formación laboral. Hay tantos actores como diversidad de estrategias de intervención. Año a año el recursero se va engrosando con la actualización de los datos de las redes tejidas y el estado en el que se encuentran. 

En contextos de retraimiento estatal como el que estamos transitando, el recursero se nutre de nuevas experiencias de organización popular no tradicionales, suplantando a los espacios de contención estatal que existían. La expresión popular del feminismo en las calles de los últimos años no siempre tuvo correlato en políticas estatales. Un dato palpable nos lo proporciona el presupuesto: en Septiembre de 2017 se anunciaba la creación del Instituto Nacional de las Mujeres (INAM), un organismo descentralizado en la órbita del Ministerio de Desarrollo Social, que prometía una mayor autonomía en las decisiones sobre la ejecución del presupuesto. Ya en este año, con la llamada reestructuración ministerial que se llevó por delante a muchos de los programas con los que trabajamos, se le suma la pérdida real de un 17,81% en el monto presupuestario asignado al Instituto Nacional de las Mujeres. 

Los centros de salud locales han remarcado en diversos encuentros regionales los faltantes de algunos métodos anticonceptivos, entre ellos las inyecciones, que son el método más demandado entre las jóvenes de sectores más vulnerables. El sector estatal responsable del suministro de los mismos es el Programa Provincial de Salud Sexual y Reproductiva, y la región del mismo que ha trabajado durante más de 10 años para que los centros de salud garanticen los derechos sexuales y reproductivos es la Región Sanitaria V, cuya cabeza- Estela Sánchez- ha sido desplazada recientemente. Una de las grandes tareas impulsadas por la profesional fue, no sólo la reducción de riesgos y daños por embarazo no deseado, sino la descentralización del sistema médico para garantizar derechos sexuales y reproductivos: la creación de consejerías que reciben personas gestantes que han atravesado violencia institucional en el sistema médico. Bajo esas políticas públicas surgió nuestra consejería, y el desguace institucional de estas líneas estatales genera una gran incertidumbre con el futuro de este tipo de espacios.

Ingeniería feminista III: La articulación sociocomunitaria

En la Universidad, las personas que forman parte de los centros de estudiantes son quienes se enteran de una forma más directa de lo que sucede en la experiencia universitaria. La mixtura entre estos conocimientos y la energía del feminismo callejero que atraviesa las formas de habitar la universidad, mereció la creación de un dispositivo de encuentro y canalización de preocupaciones y diseño de estrategias en conjunto con las agrupaciones estudiantiles. La mesa de agrupaciones donde se sientan todas las personas referentes sobre esta temática en la universidad se erige sobre la premisa del respeto y reconocimiento entre pares.

El sentido del activismo en el feminismo es un significante siempre en disputa. Las estudiantes que participan de este espacio trabajan en sus organizaciones para que la perspectiva de géneros sea transversal. La adopción de lenguaje inclusivo en la comunicación, la organización mayoritaria de actividades con temática feminista, y la disputa por la ocupación de cargos políticos por parte de las mujeres dan cuenta de eso. 

En esta mesa se produce una configuración singular entre la politicidad territorial del partido de San Martín, la militancia estudiantil en la UNSAM y la agenda feminista nacional que condensa preocupaciones económicas, sociales y políticas. Las estudiantes que participan de este espacio conocen de antemano lo que significa ampliar los márgenes. 

Es un lugar donde aprendemos de las otras, la construcción dentro de las organizaciones mixtas tiene obstáculos que no tienen nada que envidiarle a las lógicas de construcción de institucionalidad de los espacios de género universitarios. Las reuniones tienen distintas excusas como nombre: el armado de una consejería de sexualidades, el proceso de denuncia interno, la contención de una persona en situación de violencia de género, etc. Sin embargo, finalmente termina siendo un conversatorio sobre estrategias: la universidad no es un espacio homogéneo donde las disputas se dan en un único sentido, sino que tiene lógicas particulares que se definen en las distintas pertenencias. 

Ingeniería feminista IV: ¿Géneros como contenido o géneros en todo?

Hace pocos meses, propiciamos una capacitación docente a través de la Defensoría del Pueblo LGBT. Allí se pudo detectar que aún hay inquietudes no saldadas dentro de los claustros docentes donde se sitúan les investigadores más formades. Una docente de una materia de física se encontraba muy desconcertada porque en un ejercicio que solía hacer con sus estudiantes, les pedía que se dividieran en dos grupos, mujeres y varones, para analizar los cromosomas que determinan las gametas. Su principal preocupación giraba en torno a qué haría con une estudiante trans en ese ejercicio. El hecho de que la docente no pueda concebir los géneros por fuera de los órganos sexuales da cuenta del nivel de transversalización que los contenidos de la universidad requieren para actualizarse ante un contexto que hace estallar las currículas tal cual han sido pensadas hasta ahora.

Las demandas por más contenidos en torno a los géneros es palpable. Crecen las demandas de les estudiantes a las unidades académicas para que materialicen este deseo. Este fenómeno se palpó durante el proceso de la reforma de los planes de estudio de las carreras de grado de IDAES. Pero hay una pregunta recurrente: ¿Géneros como contenido o géneros en todo? La primera respuesta políticamente correcta es proponer la transversalización de la perspectiva de género, la incorporación de esta reflexión en todos los espacios curriculares de las carreras. Transversalización parece emerger como la nueva palabra mágica para deconstruir siglos de conocimiento científico. 

¿Cómo traducimos la transversalización de contenidos de géneros? Diseñamos encuentros de trabajo con docentes, investigadores, directores de carrera y autoridades. Repensamos la forma en que la universidad releva sus indicadores sobre matriculación, tránsito y egreso, sus estadísticas sobre los escalafones docente, no docente y de investigación para reflexionar acerca de las desigualdades de géneros en la experiencia académica en sus múltiples dimensiones. Generamos paneles de reflexión y espacios de investigación cuantitativa y cualitativa. Participamos de redes nacionales de género, de derechos humanos, del Consejo Interuniversitario Nacional y ofrecemos charlas y asesoramiento a otras instituciones que buscan ese horizonte de sostener vínculos laborales, pedagógicos y afectivos más igualitarios. También escribimos y hacemos correr tinta sobre las conceptualizaciones que surgen sobre todas estas prácticas y pensamos estrategias de comunicación y sensibilización. 

La mixtura de las herramientas que diseñamos, el contexto socioterritorial de San Martín, la particularidad de los vínculos en la universidad, el contexto presupuestario doméstico de la UNSAM y la agenda nacional política, económica, social y feminista se cocinan en una caldera que intenta estabilizar por momentos dispositivos que permitan procesar las energías en pos de un espacio más vivible para todes.

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