ALTOS ESTUDIOS SOCIALES

El IDAES empezó como un instituto de posgrado que, más temprano que tarde, logró posicionarse entre las primeras opciones en Buenos Aires para continuar estudios en Ciencias Sociales. En 2003, el instituto amplió sus márgenes para extender la “super especialización” en problemas profundamente contemporáneos al espacio de una Universidad Pública, la UNSAM, a orillas de la Capital Federal. Una universidad con nuevas generaciones de estudiantes, que distan de ser aquellos que la universidad elitista pre-ochentas solía contar entre sus aulas. Pero también, estudiantes con historias diversas que no pueden ser vistas como meras “reproducciones” de un conurbano tantas veces proyectado por la industria audiovisual como una masa única, pobre e incapaz, con sujetos aislados que “pueden porque quieren”. 

Alerta: ¿Universidad del conurbano? Ser reflexivos sobre nuestros espacios, nuestros miembros y nuestras búsquedas no puede sino desvelarnos en la diversidad desde la que partimos. ¿Qué entendemos -o podemos entender- de este espacio, estos miembros y estas búsquedas cuando decimos que son “del conurbano”? ¿Cuáles son los marcos de referencia que llenan de sentido ese nombramiento de “lo otro”, de “nos-otros”? ¿Cuán diversa puede ser toda esta “primera generación de estudiantes universitarios en la familia”? 

La posibilidad de estudiar en un Instituto de Altos Estudios Sociales desde los márgenes invita a motorizar transformaciones dentro de la comunidad académica a través de producciones arriesgadas, desandar caminos trazados por las tradiciones disciplinares, construir otras ciencias sociales, más capaces de dialogar con el sentido común y con el territorio desde el que emergen. 

MÁRGENES “NUEVA”

Pero entonces, ¿qué lugar ocupamos o pretendemos ocupar en el IDAES? En 2015, con una nueva versión de la revista, gestionada por estudiantes, buscamos aportar a la reflexión y difusión de temas de pertinencia social. 

Desde un principio, la nueva versión fue compleja en su composición: cada número cuenta con un dossier, una editorial, una entrevista principal vinculada al dossier (Urgentes), más una serie de secciones que complejizan otros temas. Estas últimas fueron mutando y nos permitieron y permiten reflexionar sobre espacios de la Universidad como el Cusam, dispositivos horizontales de estudio como los Círculos, maneras de comunicar visualmente en Galería, experiencias de la vida social (Microrrelatos), además de la diversidad de modos de escribir según los objetivos de investigación: historias de vida (Retrato), reseñas (Visto y Leído), crónicas (Crónicas al Margen) y reflexiones sobre el método (Sobre Artesanía Intelectual). El último año incorporamos también un espacio que se actualiza periódicamente, a la prisa de los hechos actuales (Ahora).

Los nueve números publicados desde entonces implicaron sensibilidad, ingenio y actualidad no sólo por parte de quienes conformamos el equipo editorial, sino también de los autores y autoras, en su gran mayoría compañeros, compañeras y docentes de nuestra casa de estudio, quienes se vieron motivados por la convocatoria de ampliar los canales comunicacionales de las Ciencias Sociales. La propuesta: comunicar desde un lenguaje coloquial y claro, sin renunciar a la rigurosidad analítica. El camino era difuso, los recursos escasos, pero la motivación, enorme.  

En el primer año publicamos dos números a partir de trabajos realizados en materias de las licenciaturas en Sociología y Antropología: Organización Social del Trabajo y Antropología Urbana. Ya en 2016, con inquietudes por temas de actualidad, vividos y discutidos al calor de los días, más la incitación de Lucía Álvarez -directora de la revista en esos años- realizamos un salto hacia números centrados en un problema o pregunta puntuales. De esta forma, el recorrido en la construcción de los números abandonó la unilateralidad: las materias dejaron de ser el punto de partida, para dar rienda suelta a la imaginación sociológica, la escucha atenta y la cintura política. Los temas que más nos interpelaron por aquel entonces fueron los debates en torno a los trabajadores de la Economía Popular, el decimoquinto aniversario del Diciembre más turbulento de este nuevo siglo y las discusiones sobre géneros y feminismos

El formato escrito no nos alcanzó, necesitamos encontrarnos, vernos las caras para reflexionar sobre los modos de comunicar. Ese mismo año, además de los números, organizamos un Círculo de Estudio: Saber y Comunicar. En él pusimos en debate, en tela de juicio, las formas de comunicar las Ciencias Sociales: ¿tenemos limitaciones? ¿potencialidades? ¿a quiénes comunicamos? ¿sobre quiénes hablamos y cómo? ¿de qué modo repercute la comunicación del conocimiento científico sobre el saber? ¿qué hacemos o intentamos hacer para comunicar lo producido? ¿lo intentamos? ¿es un objetivo intentarlo? Aquí nos enfrentamos con la discusión sobre quiénes somos y para qué, sobre las elecciones que realizamos a la hora de investigar y presentarnos como profesionales. No faltaron los consejos editoriales de Martín Ale, ni las estrategias de convergencia entre el humor y el temperamento social en manos de Pedro Saborido. 

En 2017, con Romina Rossi -egresada en Sociología en el IDAES- a la cabeza del equipo, afrontamos comunicar y difundir temas de una gran complejidad: Violencia Institucional y Posmodernidad. Desafío absoluto en el que la revista dio un paso más en este camino marcado por el compromiso y la idea de un intelectual público: de meterse donde no nos llaman, reflexionar, crear y llegar a más lectores. El intelectual público no solo busca comunicar a quienes están a disponibilidad de enterarse, sino que crea públicos. Si logra interpelar a quienes no se encuentran interesados, se puede dar por realizado: logró lo que debía, ni más ni menos que comunicar conocimiento sobre la sociedad; con posibilidades de ser discutido mientras más comunique; de desarrollarse aún más en la medida que también sea capaz de escuchar lo que tienen para decir aquellos cambiantes y situacionales “otros” acerca de lo que dijo y definió sobre ellos. El poder que ejercemos al nombrar no puede dejar de ser discutido en sociedad. 

Y bien, llegamos a 2018, restaban varios temas picantes por tratar. El Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2017 puso en jaque la Ley de Migraciones, acompañado de un pico de xenofobia y racismo sin pelos en la lengua. No pudimos hacer oídos sordos. Migraciones fue el tema elegido y con él, la pregunta por el más vulnerado de nuestra sociedad: el migrante. Pero no cualquiera: el pobre y de color. ¿Quién más abajo que el inmigrante excluido por latinoamericano, o negro? ¿Y qué tal sumarle a eso el clivaje de género? Plantearnos como un país conformado históricamente por inmigrantes no alcanzó para defender los flujos humanos. Hubo que friccionar las visiones autóctonas y las perspectivas de los propios migrantes; tomar en serio el ejercicio de empatía de desplazarse entre diferentes registros interpretativos de la cuestión migratoria, incorporando siempre la visión de “los otros” sobre ese proceso. Acercarnos a Once para entrevistar a una organización con larga trayectoria como la de AMUMRA, y escuchar de primera mano la violencia sistemática que se ejerce sobre las y los migrantes, fue desgarrador. Aunque también fue reconfortante conocer el trabajo diario y minucioso que realizan estas organizaciones para asesorar y garantizar los derechos humanos de la población que decide radicarse en nuestro país. 

Terminado este número quisimos hacer circular aún más el debate y es por ello que decidimos realizar una presentación. En ella convergieron investigadoras, autores, artistas, estudiantes y hasta las representantes de AMUMRA. La fluidez del encuentro mostró que la discusión era necesaria, que la comunicación entre personas tan distintas, pero atravesadas -desde distintos espacios- por las mismas problemáticas, enriquece el conocimiento: lo hace menos condicional y más preciso.

PÚBLICA Y DESDE ABAJO

Amanecimos en marzo de este año con palabras de José Nun acerca de nuestra responsabilidad como cientistas sociales en el ámbito político-público. Acompañamos y sostenemos esta exhortación. Recuperamos el concepto de sociología pública de Michael Burawoy: de la sociología por un mundo mejor y aquella característica que la vuelve especial ya no como ciencia, sino como fuerza moral y política. Precisamente en un momento en que el mundo se mueve en dirección contraria: mercado y Estado actúan contra la humanidad en el marco del neoliberalismo. 

A ello sumamos un desafío que consideramos fundamental desde nuestro rol como cientistas sociales con los pies en la tierra y, particularmente, en la Argentina: el desafío por hacer una sociología y una antropología públicas “desde abajo”. El Retrato realizado por estudiantes del IDAES a Dora Barrancos puede ser ilustrativo del caso. De la búsqueda por comprender y empatizar con la disidencia de la disidencia, con una mirada crítica que permanentemente se cuestiona e intenta no caer en esencialismos. También la entrevista realizada a Daniel Schteingart, sociólogo e investigador del IDAES, que además de su perfil más estrictamente académico se desenvuelve en otros espacios como la radio y Twitter. Se ocupa de comunicar y difundir datos de la economía y la realidad, que otros no hacen más que ocultarlos; confundirnos quizás, con un exceso de información poco precisa y tendenciosa.

Queremos que la imaginación socioantropológica asuma su capacidad de acción más allá de las trincheras académicas; que hagamos el intento por democratizar el conocimiento o, sin más, por ponerlo en debate. Sobre todo, sus conclusiones encriptadas y sus espacios recortados. Pero asumir tal tarea implica no desconocer el lugar de enunciación. Los artículos que componen este Dossier refieren a aquel punto de partida, a los andamiajes desde donde pretendemos construir conocimiento: el IDAES. Como estudiantes y egresados, nos apoyamos en sus bases, nos sostenemos en su complejidad; pero también pretendemos construir puentes que nos permitan transformarlo permanentemente, sostener su complejidad. Consideramos que esto requiere de una mirada holística que no se anquilose en la celebración de lo que ya salió bien, sino que pueda ver las porosidades que se abren en estos horizontes. 

Para lograrlo, comenzamos entendiendo que su historia no sólo es la que está hecha, sino también la que estamos haciendo. La historia del IDAES, es en gran parte, la historia de la UNSAM. El campus Miguelete se erige en lo que fue un predio ferroviario abandonado en el Partido de General San Martín. Su particular arquitectura entrelaza pasado y futuro, recuperando elementos históricos del barrio que sirven como base a una Universidad Nacional que se inscribe en el territorio y en su comunidad. Este año, dicha materialidad fue puesta en jaque: el 13 de agosto, por una maniobra inmobiliaria entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Estado Nacional, la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) emitió una resolución que habilita la quita de terrenos de la universidad en beneficio de la empresa agroexportadora Aceitera General Deheza (AGD). Dichos terrenos estaban destinados a proyectos de ampliación, entre ellos, una escuela técnica, viviendas económicas,  un campo de deportes y laboratorios de ciencia y tecnología. Ante esto, la comunidad de la UNSAM no se quedó quieta: las movilizaciones que surgieron a raíz de la disputa por los terrenos marcó un antes y un después en la historia de la universidad. 

La búsqueda de un espacio de aprendizaje justo, equitativo e incluyente siempre fue propia del IDAES y la UNSAM. En tal búsqueda, la Dirección de Género y Diversidad Sexual jugó y juega un papel central. Pensar políticas feministas dentro de la Universidad implica, por un lado, cuestionar y revisar los cimientos de las lógicas excluyentes y, por otro, reinventar, modificar y proponer procedimientos que garanticen el acceso y la continuidad de las mujeres e identidades no hegemónicas a la educación superior. También el Centro Universitario de San Martín (CUSAM), desde hace ya 10 años viene trabajando arduamente en garantizar el acceso a la educación a personas privadas de su libertad. Desde revista Márgenes motorizamos una sección específica donde visibilizar proyectos, historias y reflexiones de los estudiantes y docentes de ese espacio. Otra forma de incluir, específicamente en el IDAES, es a través de una figura ambigua pero no por ello poco demandada como lo es la adscripción. 

En definitiva, la UNSAM es una institución que entre intentos y aciertos no deja de comprometerse con el territorio: el trabajo de extensión, como lo narra en su nota Verónica Puccio, es un ejemplo. 

DESPUÉS DE SER “REVISTA MÁRGENES”

Para quienes componemos hoy el equipo editorial, Márgenes nos permitió entender la importancia de la comunicación social de nuestras producciones científicas; nos ha inspirado en la construcción de tesis; fue nuestro laboratorio de producciones editoriales y, a raíz de esto, aprendimos a ser editores. Entre nosotros, estamos: 

Directoras

Editores

Colaboradores

Desde este equipo, alentamos a toda la comunidad estudiantil del IDAES a participar de este espacio y a transformarlo para hacerlo crecer. Desde aquí, las ciencias sociales serán siempre para tensionar comodidades y patear tableros. Pensamos seguir produciendo saber con la comunicación como nuestra gran herramienta. 

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