Lo que el alma hace por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo.
-Gabriela Mistral
Separarse de la especie por algo superior no es soberbia, es amor.
-Gustavo Cerati
¿Qué cuerpo tengo que tener? ¿Cómo tener mi cuerpo? ¿Cómo recupero el cuerpo de esta sociedad que me lo arrebata cuando lo imagina regulado, domesticado, como parte de un mercado? Estos interrogantes son los que dan pie al libro de Emilio García Wehbi y Nora Lezano, el cual en un principio se presenta como un ensayo poético, filosófico y fotográfico, pero que con el correr de las páginas se vuelve, también, una obra eminentemente política.
¿Qué cuerpo tengo que tener? ¿Cómo tener mi cuerpo? ¿Cómo recupero el cuerpo de esta sociedad que me lo arrebata cuando lo imagina regulado, domesticado, como parte de un mercado? Estos interrogantes son los que dan pie al libro de Emilio García Wehbi y Nora Lezano, el cual en un principio se presenta como un ensayo poético, filosófico y fotográfico, pero que con el correr de las páginas se vuelve, también, una obra eminentemente política. Una obra de la cual me vuelvo parte, porque como lectora soy cuerpo y, como todo cuerpo, cargo con el dogma de la estética propia de la lógica de mercado de mi época. Por lo tanto, me encuentro ante un dilema: cumplir con la norma mercantil o liberarme de que otrxs construyan mi imagen. Esta es la disyuntiva política a la que me enfrenta Communitas.
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El libro tiene su origen en la performance 58 indicios sobre el cuerpo realizada por García Wehbi en 2014 en la ciudad de Buenos Aires. La actuación consistió en 58 intérpretes que, cuando llegaban al centro del escenario, unx por unx, lanzaban su ropa a un mismo pozo y, una vez desnudxs, leían un texto. Al terminar, arrojaban una mancha de barro sobre su piel, que junto con el número que llevaban inscrito, actuaba como sello de su identidad. Dicha conceptualización seguía el lineamiento de los ensayos del filósofo francés Jean-Luc Nancy, el cual presenta que el cuerpo es material, pero también inmaterial. Es un dibujo y una idea. El cuerpo acarrea marcas de vida, cicatrices, diferencia, identidad. Es visible. Es exterior y constituye alteridad. Por eso es una parálisis del alma, porque puede ser una prisión o un Dios. Y para que sea la segunda opción, transmite el artista interdisciplinario -Wehbi-, hay que liberarlo.
De esta manera, en Communitas las hojas reemplazan al escenario. Se vuelven el espacio de todos los cuerpos que se mantienen al filo de la heterogeneidad; filo que, cabe destacar, agudizo cada vez que opto por seguir la norma estética y elimino de mi cuerpo aquello que me distingue. La autenticidad de la obra radica en que Wehbi y Lezano logran representar el movimiento de los cuerpos en este libro, evitando caer en lo estático. La clave es su composición: a través de las palabras, el artista interdisciplinario denuncia la ética de la imagen capitalista, para que la cámara de Nora Lezano le dispare al corazón y la aniquile de mi vida. Así, las páginas se llenan de una serie de escritos anclados en más de cien fotografías a más de cien cuerpos anónimos y, por supuesto, diferentes. Los cuerpos retratados, que podrían ser cualquiera de nosotrxs, son retratados desnudos, cargando con su propia mancha de barro en la piel; “como firma de autor sobre la propia obra” escribe Gabo Ferro en el prólogo. En las fotografias, los cuerpos posan de diversas maneras y sobre un fondo negro. De este modo, al ser presentados en conjunto, los cuerpos logran el efecto de que en realidad, no son más que uno. Un solo cuerpo que se construye a partir del reconocimiento de la diferencia entre todas las partes que lo conforman.
En este sentido, el cuerpo es el título. El concepto “communitas” que actúa como un espacio simbólico ya que contiene a lxs modelxs captadxs por Lezano y a las emociones que se me despiertan al avanzar por las palabras de García Wehbi. El término es retomado del filósofo italiano Roberto Espósito y tiene su origen en los textos del mencionado Jean Luc-Nancy. Evoca a una comunidad conformada por individuos cuyo lazo de solidaridad es el reconocimiento de una deuda o una carencia con la sociedad a la cual están sometidos y, en efecto, una falta para con ellxs mismxs. De esta forma, aquello que une a estos cuerpos que posan sobre el papel es la anomalía: la aceptación de su deuda hacia la norma estética; una deuda que en mayor o menor medida todxs lxs integrantes de la cultura occidental tenemos porque no existe por naturaleza un cuerpo que se mantenga hegemónico a lo largo del tiempo. Es decir, en algún momento -por no decir siempre- le debemos a la industria unos kilos menos o unos metros más de altura, entre otras muchas cosas. Entonces, lo que une a los cuerpos que dan vida al libro es el resistirse a la lógica de mercado. El rehusarse a hacer de ellxs -y, por ende, de nosotrxs- una producción en serie. Como lectora la única distancia que tengo con estos cuerpos es la falta de aceptación de mi singularidad disruptiva.
De esta manera, aquello que permite que se constituya Communitas no es la convergencia, sino la divergencia. Para los cuerpos que integran la comunidad, la pluralidad acontece en el espacio de la singularidad y es la intimidad que se desprende de esta última lo que hace de su vida íntima una exterioridad. Esto da lugar a cuestionarse, ¿a partir de qué elementos se habilita este lazo de solidaridad que pervive en la diferencia? Para dar una respuesta contundente, Wehbi y Lezano acuden a la antropología. Enfatizan en que la unión de los cuerpos que chocan contra las reglas del mundo sólo acontece debido a que la alteridad habilita su reconocimiento en paridad. El motivo radica, en que el cuerpo es incapaz de verse a través de su propia piel. Necesita de un otrx, de la diferencia, para entender la imagen que de sí mismo construye.
En este marco, la obra se abre con una paradoja. Con la célebre frase de Paul Valéry “Lo más profundo que tenemos es la piel”, la cual a su vez funciona como clave de lectura. Induce a pensar la alteridad no sólo como aquello que nos constituye, sino también como el elemento que permite desafiar la mirada de la belleza disciplinada que nos impone la sociedad que conformamos. Así, ambxs artistas presentan el cuerpo como una arena política y a la piel como un arma de lucha. En el correr de las páginas Whebi y Lezano me hacen imposible escaparle al espejo, a la mirada que este refleja. Me confrontan con la belleza disciplinada que acosa. Me hacen preguntarme, ¿para qué someterme a dietas estrictas? ¿Por qué invertir el tiempo en tratamientos de “belleza” y el dinero en cirugías estéticas? ¿Por qué responder a la industria del cuerpo? En tal sentido, entonces, podemos leer communitas a modo de manifiesto político. Como un llamado a desafiar la percepción estética que enferma la mirada de nuestros espejos y arrebata a lxs niñxs -y a nosotrxs lxs adultxs como resultado del paso del tiempo- el cuerpo desde pequeñxs.
Sin embargo, ambos artistas no presentan un final sombrío al lectorx. Proponen una salida que esclarece su obra: si la mercantilización normativiza los cuerpos, como si fueran objeto de mercado -desde una mirada marxista, se venden como una fuerza productiva-, ¿acaso los cuerpos no pueden rebelarse a la concepción colectiva de la belleza disciplinada? Es decir, ¿tomar conciencia y dejar de reproducir ciertos patrones para desafiar la legitimidad de la percepción estética que les impone el sistema capitalista? ¿acaso no coy cuerpo y puedo rebelarme junto a ellxs?
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En communitas, no se puede afirmar que la palabra acompaña a la imagen o la imagen a la palabra, ambas se articulan de tal forma que se vuelven inseparables y, juntas, crean algo nuevo. Trascienden las hojas, presentando la comunidad del nada-en-común como un espacio al que no solo pertenecemos, sino también en el cual nos autodeterminamos. Wehbi y Lezano me liberan cuando enfrentan en las páginas la mirada esclavizante que el mundo esculpe cada segundo sobre nuestros cuerpos, sobre sus cuerpos. Llaman a la anarquía porque el cuerpo es ante todo político y necesita rebelarse en conjunto para romper con la opresión que la sociedad moderna le impone a su piel.