Antonio Negri y Sandro Mezzadra fueron invitados por el Programa Lectura Mundi a dar dos seminarios intensivos sobre en el ciclo ¿Qué hacer con Marx? Una pregunta abierta, que permite interrogar al “barbudo de Tréveris” desde nuestra actualidad. Acá, algunas de las principales cuestiones que expusieron en las aulas de la UNSAM.Ambos son teóricos y militantes políticos en Italia. Desde los años ’60, Antonio Negri estuvo involucrado en lo que se conoció como “obrerismo italiano”: una corriente político-intelectual que se propuso repensar la cuestión del trabajo como una fuerza viva que es permanentemente capturada y explotada por el capital pero que, sin embargo, siempre conserva una posibilidad de autonomizarse de su mando, es decir, de su forma de reglamentar y valorizar la vida social. Desde entonces escribe libros y participa de organizaciones vinculadas a esta tradición.Sandro Mezzadra, intelectual de otra generación, también se vinculó desde muy joven a esta historia de luchas y además de especializarse en filosofía política, participa de las investigaciones colectivas que siguen pensando hoy la cuestión del trabajo y la explotación.A continuación, una selección de párrafos con sus reflexiones para que sean parte de la constelación de conceptos que esta revista se propone compartir y poner en debate.Antonio Negri:
“El capital constituye una relación social antagonista; la política subversiva se coloca “dentro” de esta relación y emerge en igual medida el proletario, el militante, el filósofo. El Kampfplatz (campo de batalla) está “dentro y contra” el capital”.
“La elaboración teórica de Marx ha permitido, en el último siglo, seguir la profundización de la crisis del capitalismo maduro en su doble forma (liberal y socialista) y a la vez organizar los movimientos de liberación contra el poder colonial y el imperialismo. Hoy la teoría marxiana está confrontada a la convulsión de organizar los movimientos de liberación contra el poder colonial y el imperialismo”.
Marx sitúa la crítica en la ontología histórica, construida y atravesada siempre por la lucha de clases. La crítica es por lo tanto el ‘punto de vista’ de la clase oprimida en movimiento y permite seguir el ciclo capitalista, comprender la crisis y, a contrapelo, describir la ‘composición técnica’ de la clase oprimida y, eventualmente, organizar la ‘composición política’ en la perspectiva de la revolución. La autonomía del ‘punto de vista de clase’ está al centro de la crítica”.
“Hoy la teoría marxiana está confrontada a la convulsión de la organización del trabajo y de los mercados, de la división del trabajo y de la geografía del poder, en resumen, de una nueva configuración de las clases en lucha. Se trata de comprender si la teoría marxiana, confrontada a las nuevas figuras de la explotación, puede permitirnos comprender en ellas los puntos de crisis y, consecuentemente, liberar una adecuada imaginación del ‘común’. Después de la derrota del socialismo soviético necesitamos una nueva teoría del ‘valor-común”.
Sandro Mezzadra:
“El mismo concepto de trabajo, del que se recordará la definición de Marx en 1844 como ‘vida que produce vida’, conoce en el laboratorio de la crítica de la economía política una serie de transformaciones y de dislocaciones fundamentales. Se descompone o, mejor, se escinde en una pluralidad de pares conceptuales atravesadas también por el antagonismo: trabajo vivo y trabajo muerto, trabajo presente y trabajo pasado, trabajo abstracto y trabajo concreto, fuerza de trabajo y trabajo, trabajo productivo y trabajo improductivo, trabajo necesario y plusvalía, por recordar algunas de las más significativas (que refieren, por otro lado, a diferentes registros teóricos y planos analíticos). Lo que, sin embargo, Marx sigue sosteniendo desde sus fulgurantes definiciones juveniles es que el trabajo señala una subjetividad de masas que atraviesa la producción de ‘objetos’, dando inicio al proceso mediante el cual el capital emerge apropiándose (de formas diversas) de estos mismos ‘objetos’. El capital se presenta, por consiguiente, como una suerte de objetividad a la segunda potencia, contraponiéndose a los trabajadores, convirtiendo los ‘objetos’ apropiados y acumulados en algo fundamentalmente diferente, en las ‘condiciones objetivas del trabajo’ mismo (G, I, p. 465)”.
“Como se sabe, la distinción entre valor de uso y valor de cambio de las mercancías –que no fue, ciertamente, inventada por Marx– encuentra un desarrollo vertiginoso en las primeras páginas de El capital, hasta culminar en las acrobacias conceptuales de la sección intitulada ‘el carácter fetichista de la mercancía y su secreto’ (en buena medida añadida a la segunda edición de la obra, en 1873). El capricho de hacer emerger de una tabla de madera una mesa, transformada en una ‘cosa sensorialmente suprasensible’, nos alerta sobre el ‘carácter místico’ de las mercancías (C, I, p. 87): una vez que la atención se fija sobre su forma, resulta ‘un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas’ (C, I, p. 87), un ‘jeroglífico social’ (C, I, p. 91).”.
“La cooperación comandada por el capital se enfrenta a una cooperación antagónica, en la que ‘las facultades de la especie’ son desarrolladas por los obreros en diversas figuras de subjetividad colectiva, en una interpretación diferente de la ‘relación de extrañeza’ –hasta traducirse, quizás, en una ‘estrategia de rechazo’, para citar la fórmula utilizada por Mario Tronti en la sección teóricamente más densa de Obreros y Capital, el largo ensayo titulado ‘Marx, fuerza trabajo, clase obrera’ (cfr. Tronti 1966, pp. 244 y ss.). Bajo la presión de estas luchas, las relaciones de capital se modifican profundamente en la historia, cambia el trabajo, porque cambian también sus ‘condiciones objetivas’ apropiadas y representadas por el capital. Quantum mutatus ab illo, Marx escribe con cierta ironía concluyendo el extremadamente importante capítulo octavo (‘La jornada laboral’) del primer volumen de El capital, sobre el que volveremos (C, I, p. 365). La cooperación puede adoptar caracteres de autonomía cuando la producción rompe los muros de la fábrica y se esparce al conjunto de la sociedad”.