Una de las características del peronismo fue la constitución de una alianza policlasista entre la burguesía local y el movimiento obrero. Aunque con marchas y contramarchas, la pregunta por esa convivencia se mantiene hasta la actualidad. Sobre todo, si se considera el caso de la agrupación “La Gelbard”, bautizada así por el empresario y ministro de economía del tercer mandato de Juan Perón.Hablar del peronismo es hablar de industrialización, de avances de la clase obrera y de ampliación de derechos e inclusión de un vasto sector previamente relegado. Sin embargo, histórica y socialmente, el peronismo mostró ser un hecho social mucho más complejo, capaz de poner en escena a una multiplicidad de actores, a través de una alianza policlasista que incluyó tanto a la clase obrera como a la burguesía local.Ambas partes se contraponían de acuerdo a sus intereses sectoriales, y por lo tanto, existió entre ellas una tensión que se fue acrecentando hasta la caída del peronismo en 1955. Dependiendo del momento y el contexto económico y sociopolítico, esa alianza se recostó más hacia un determinado sector o hacia otro. De hecho, si bien el peronismo es aludido fuertemente por la afinidad entre el Estado y la clase obrera, en momentos decisivos demostró un notorio apoyo hacia la burguesía local.Este ensayo se enfocará en el devenir de esa alianza policlasista. Se analizarán, por un lado, los procesos de tensión que se expresaron entre ambos sectores en el Congreso Nacional de Productividad, y luego, se hará hincapié en la figura de José Gelbard, un personaje clave de la consolidación de la burguesía local. Finalmente, se interpretara este devenir a la luz del texto “Notas para el estudio de la burguesía local”, del politólogo Guillermo O’Donnell para terminar abordando la pregunta por la posibilidad de una alianza de ese tipo en la actualidad.Comienzan los tire y afloje en la alianza policlasista
Aunque en sus inicios, el peronismo significó una alianza entre el Estado, la burguesía nacional y el movimiento obrero, su segundo gobierno se caracterizó por la tensión entre la Confederación General Económica (CGE) y la Confederación General de los Trabajadores (CGT). Una tensión con pocos mecanismos de procesamiento, alto grado de conflictividad y, aparentemente, irresoluble.
El peronismo había llegado a su cuello de botella, había alcanzado un agotamiento del modelo de desarrollo y debía decidir si mantener los avances de los trabajadores o reajustar la economía en pos de un salvataje. Como los planes de ajuste no estaban dando frutos, se convocó al Congreso Nacional de la Productividad, que ya desde sus inicios expresaba el límite de esa alianza policlasista.
La CGE reclamaba al gobierno una racionalización del proceso productivo a través de una mayor captación de plusvalía, mayor intensidad de la fuerza de trabajo y mayor expropiación de la misma. La CGT, en cambio, abogaba por el mantenimiento y reafirmación de todas las conquista obreras, exigiendo no retroceder sobre los beneficios adquiridos durante el proceso anterior.
Así, el Congreso se convirtió en una muestra más del agotamiento del modelo: no se podía renegociar el poder al interior de la fábrica y se intensificaba la tensión entre capital-trabajo.
Un nuevo intento de pacto social
Tal como lo muestra el documental de Castro y Seoane, “Gelbard: historia secreta del último burgués nacional”, José Gelbard, ministro de Economía entre 1973 y 1974, fue un exponente de la burguesía nacional que supo ubicarse y negociar con el peronismo dentro del entramado de la economía. De tradición empresaria, no sólo se posicionó como líder de ese sector sino que fundó la CGE, organización que agrupaba pequeños y medianos comerciantes, industriales y productores. Desde allí consolidó importantes alianzas con empresarios mayores, pero también con el mismo Perón. Y fue incluso el Ministro de Economía de su tercer mandato cuando llevó a cabo el denominado “Plan Económico Gelbard”.Durante esa gestión, se consolidó una política económica continua y medianamente estable, frente al caótico y cambiante conflicto político institucional de esos días. El plan y su gestión buscaban restaurar y restablecer aquella alianza social de los primeros gobiernos peronistas entre las pequeñas y medianas empresas de la burguesía local y el movimiento obrero. Esta nueva reconstrucción del pacto social fue fundamental, ya que logró reunir nuevamente al Estado con la burguesía local y los sindicatos para poder recuperar la economía argentina.El plan económico incluía veinte leyes de forma conjunta. Pretendía con ellas reforzar el bienestar de los argentinos a través del crecimiento del mercado interno, con sueldos altos y un desarrollo de la productividad en dos aristas de abastecimiento: industrial y agropecuario. De este modo, durante su gestión, logró mantener estable la inflación, algo poco conocido en mandatos económicos anteriores. Pero aunque el plan prometía mucho, no logró perdurar. La inestabilidad sociopolítica que la Argentina afrontaba en el 1974 se llevó todo por delante.
La burguesía local en el peronismo
En 1978, el politólogo Guillermo O’Donnell explicaba que una de las particularidades del desarrollo de la burguesía industrial y urbana era no haber entrado en tensión con el capital transnacional, lo que le permitió, a su vez, cierta autonomía y relevancia en el entramado político-económico nacional.
Para O’Donnell, la burguesía local había logrado posicionarse en el sistema productivo, en primer lugar, por sus relaciones económicas con las demás fracciones de la burguesía, las clases subordinadas y el Estado; y en segundo lugar, por la forma de estructurarse internamente, lo que marcaba una diferenciación y especificación estructural de dicho sector.
En continuidad con ese proceso, el autor destacaba también la conformación y consolidación de asociaciones empresariales en organizaciones corporativas. Sin embargo, también generaba una advertencia sobre su politización, consecuencia de su búsqueda por trascender intereses sectoriales y abogar por intereses generales de la sociedad.La Gelbard y la pretensión de una nueva alianza social hoy
En el mes de octubre del 2013, el empresario Marcelo Papir, de la Agrupación La Gelbard, asistió a una mesa redonda realizada en torno a la cátedra de Organización Social del Trabajo. Esta agrupación está compuesta por empresarios nacionales de pequeñas y medianas empresas, que, a su vez, forman parte de la gremial empresarial. La Gelbard se constituyó de manera transversal a esa gremial empresarial y a los partidos políticos.
Conformada entre los años 2010 y 2011, sus miembros son empresarios jóvenes de corta trayectoria en política, es decir, se los puede considerar producto de la realidad socio-histórica de los últimos años. Se trata de un espacio de participación que defiende un proyecto de reindustrialización y de generación de empleos para la inclusión social, y en este sentido, es una reivindicación a la figura de Gelbard y al proyecto que éste pretendía instaurar en el país.
La tarea ambiciosa de reinstalar una idea de inclusión a través de la reindustrialización y la creación de empleos, para una agrupación autónoma y aislada, retrotrae la pregunta por una nueva alianza policlasista entre la burguesía local y el movimiento obrero. Al considerar el momento histórico y el contexto socioeconómico en el que se piensa esta alianza social, emergen complejas cuestiones de distinta índole que intervienen en dicha posibilidad.En primer lugar, tanto el mundo como la Argentina han evidenciado en el devenir de los últimos años constantes e importantes transformaciones que fueron afectando la realidad económica, laboral, social y política. La hegemonía de las empresas trasnacionales y un mundo del trabajo mucho más heterogéneo presentan un momento histórico con nuevos y diversos actores en el entramado social que complejizan aun más dicha inclusión.Ante la existencia del actor empresarial transnacional, la burguesía local y su ala en la CGE encuentran serias limitaciones para poder consolidarse fuertemente como brazo empresarial en la alianza. De la misma manera, el sector obrero actualmente está representado por una multiplicidad de entidades, ya sea como la CGT o la CGA, incapaces sin embargo de incluir a todos los trabajadores.
La creciente experimentación del subempleo, el avance de mundo laboral de los servicios y otras diversificaciones en el mundo del trabajo han complejizado aun mas ese conjunto, de manera que se hace notoria la dificultad de una alianza social policlasista donde obreros, empresarios y Gobierno puedan construir una hoja de ruta en pos de la reindustrialización.
Sin embargo, que en la actualidad, la agrupación y el Gobierno compartan ideales políticos es significativo, aún cuando al no estar allí incluidos los sindicatos, no reconstruye el viejo y anhelado pacto social fuerte, sino que traza pequeños caminos por los cuales se puede pensar la complejidad de la cuestión.
En este sentido, no hay que olvidar que siguen siendo empresarios con la lógica de acumulación del capital, lo cual genera una marcación limitada de la relación que se puede mantener entre empresarios y trabajadores. Pero la intención de trabajar en pos de una regularización plena de las exigencias laborales de los trabajadores en las empresas o industrias de la agrupación, son pequeños primeros pasos que pueden marcar un camino por dónde empezar a pensar una alianza social.
El alcance de un proyecto de esta índole es necesario considerarlo con detenimiento. La agrupación, según Papir, habla de un proyecto político que, más allá de lo que pueda encarar un gobierno, tiene objetivos a futuro. Y una alianza social policlasista debe trabajar en pos de objetivos a largo plazo que no dependan de los lazos propios con el gobierno de turno. Una pretensión de este tipo necesita además superar las trabas y los conflictos propiamente ideológicos y políticos. Sin embargo, llegar a una instancia de ese estilo en un país como la Argentina requiere de una gran apertura política y social. Es clave, por ello, el apoyo político del Estado. Trascender esos conflictos ideológicos y políticos en esta relación permite demarcar un accionar en torno a un proyecto de reindustrialización que reestructure el mundo socioeconómico de la Argentina.