Trabajadores de una oficina pública compran bienes a crédito a trabajadores informales; están unidos por el dinero y por la confianza. Los intercambios muestran una oferta de acceso al crédito que excede a la otorgada por bancos, tarjetas o agencias financieras, y ponen de manifiesto cómo la financiarización de la vida cotidiana alcanza también a las clases populares.
Las ciencias sociales presuponen una organización de la vida moderna separada en esferas. Así, el tiempo dedicado a la producción parece opuesto al tiempo dedicado al consumo. Sin embargo, aunque contradictorias a simple vista, esas dinámicas no son excluyentes. Basta acercarse a una oficina pública y ver cómo conviven trabajo y prácticas mercantiles; formalidad e informalidad; reglas de mercado con relaciones personales y de confianza.
El lugar de observación fue la Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires durante los años 2014 y 2015. Día a día, durante la jornada de trabajo, circulaban allí una variedad de bienes que poco tenían que ver con el trabajo en esa dependencia. Al interior de las oficinas se realizaban todo tipo de transacciones comerciales, muchas de ellas mediante compras a crédito, sobre una heterogeneidad de productos. Créditos, sin embargo, no eran reconocidos como tales por sus participantes.
Los oficinistas raramente tenían en cuenta a esas compras “informales” al ser consultados sobre la forma de acceso financiado a bienes y servicios. Nombraban, en cambio, a aquellos contraídos con bancos o financieras y las realizadas con tarjetas de crédito. Pero en ningún caso aparecían las deudas contraídas en estos intercambios, aun cuando sus montos superaban a los de las tarjetas. Los créditos informales, simplemente, se encontraban velados.
En su análisis sobre el ahorro, Alexandre Roig invita a ver al crédito como una categoría de análisis de las ciencias económicas pero también como una categoría práctica. Desde esta perspectiva, las categorías del saber económico constituyen no sólo un problema discursivo sino también cognitivo.
Entonces, ¿a qué lógicas respondían esas prácticas de crédito aparentemente invisibles?
Vendedores y compradoresNo todos compran ni todos venden. Existen requisitos para constituirse en uno u otro. Y también existen expectativas en torno a esos roles. Dos compradoras contaban cómo eligen a sus vendedores entre toda la variedad. Prefieren a los que conocen: quienes garantizan calidad en el producto, en los precios, variedad de talles. El principal criterio de selección es la confianza, que recae en el vendedor y, por transferencia, en los bienes que ofrece.
La construcción que los compradores realizan del vendedor y del bien intercambiado permite, en paralelo, acceder a la auto-percepción que están realizando de ellas mismas: se re-conocen al reconocerse compradores de ese vendedor al que atribuyen características confiables.
A veces la naturaleza distintiva del producto, que justifica la compra presente, se encuentra anclada en el pasado, en el recuerdo de la calidad de los bienes de compras realizadas con anterioridad. Eso daba a entender Inés al rechazar la compra de un juego de sábanas, a pesar de la oferta de su antiguo comprador de dejársela al costo: “No, no le voy a comprar. Me llevé unas sábanas que destiñeron al primer lavado. No importa si están más baratas o si es de un nuevo fabricante. No le vuelvo a comprar”, aseguraba.También los vendedores explicaban su acceso a las oficinas en ese reconocimiento de los otros. Es usual escuchar comentarios del tipo: “me pidieron que venga porque conocían lo que trabajo”. Hay un conocimiento previo de los compradores que habilita el ingreso en esas redes locales de intercambios.
Pero al mismo tiempo, no se vende a cualquiera. Depende, por un lado, de aquellos que les son habilitados, pero sólo venden a quienes “confían”. ¿Qué hace a alguien poco confiable? En primer lugar, los vendedores refieren al incumplimiento de pago. Pero no es lo único; también hay tipos de compradores. Una vendedora lo explicaba así: “le dejé de vender porque nada le venía bien, me hacía cambiar todo”.“La confianza es una construcción histórica anclada en la relación entre las partes y confirmada en cada nuevo encuentro. Por eso, cualquier análisis de estos intercambios necesita estar anclado en la temporalidad de estas interacciones. Lo que abre y cierra estas interacciones suele ser un compromiso entre las partes”.Cuestión de tiempos
Esa confianza es una construcción histórica anclada en la relación entre las partes y confirmada en cada nuevo encuentro. Por eso, cualquier análisis de estos intercambios necesita estar anclado en la temporalidad de estas interacciones.
Lo que abre y cierra estas interacciones suele ser un compromiso entre las partes. Lo primero que tiene lugar es la entrega de los “pedidos”. Estos pedidos funcionan como un compromiso entre vendedor y comprador, ya que si no se consiguió el producto siempre hay una aclaración al respecto. Del lado del vendedor, un reemplazo por otro bien; del lado del comprador, si algo fue encargado, no puede ser rechazado sin que exista un descontento o malestar en la relación. Incluso hay dentro del sistema de categorías compartido por los vendedores términos que describen esta actitud: “pesadas”, “molestas”, “gatafloras”.
Al mismo tiempo, cada despedida está marcada por el establecimiento de una próxima visita, una fecha futura de encuentro, que de no cumplirse deberá dar lugar a excusas por parte tanto de quien vende como de quien compra. En el caso de las vendedoras suelen avisar con anterioridad si no asistirán en la fecha prevista. Los compradores explican sus motivos en encuentros futuros.
Aunque se trataba de compras financiadas, no mediaba entre ellos ningún comprobante. En su lugar el vendedor anotaba (en en una agenda, en una ficha, en un cuaderno) el bien adquirido por el comprador, quien tiene un espacio destinado para él en su registro.“Estos intercambios tienen como condición para su génesis la estabilidad laboral de los compradores. Su inscripción formal permite el encuentro entre las partes”.En muchos casos los bienes no tenían ninguna etiqueta con el precio, es decir, el comprador interesado estaba obligado a preguntar el costo al vendedor. Sin embargo, muchas veces los compradores preferían obviar la pregunta y la vendedora anotaba en su registro el monto del bien sumándolo a otros adquiridos con anterioridad. Y esto porque, según las propias compradoras contaban, no se desconfía del vendedor. La pregunta por el precio la reservaban entonces a los casos en que se trataba de un bien aparentemente costoso.Los calendarios tienen por lo menos dos momentos: uno corresponde a los cobros-pagos, y otro a las ventas-compras. Es decir, uno para el momento de circulación de productos y otro para los de circulación de dinero. Si bien estos dos momentos no se encuentran separados en forma irreductible uno de otro, funcionan como dos momentos distintos. El momento del pago-cobro en general responde al calendario de cobro de sueldos de los empleados. Generalmente el vendedor se acerca al espacio de trabajo de los compradores, intercambian charlas sobre temas cotidianos, comparten bebidas, comidas, y solo como al pasar el deudor toma el dinero y se lo entrega al vendedor quien anota o “descuenta” esa suma. Los pocos comentarios sobre el pago que pueden escucharse refieren al monto de la deuda pendiente.
Algunos comentarios finales
En el debate teórico latinoamericano existe una centralidad de los factores no mercantiles para analizar la vida económica de los sectores populares. Siguiendo a Paul Langley (2008), Ariel Wilkis invita a considerar la financiarización de la vida cotidiana de los sectores populares, enfocándose en prácticas, vínculos, saberes, identidades, valores que son redefinidos por medio de procesos como la extensión del mercado del crédito al consumo entre las clases populares urbanas de Gran Buenos Aires.
Bancos, tarjetas de créditos bancarias y no bancarias, agencias financieras, comercios minoristas, mutuales y cooperativas componen la variada oferta de acceso al crédito. En las oficinas de la Administración Pública se ve también cómo a estos instrumentos financieros formales se le suman prácticas informales, que amplían aún más la oferta para crédito al consumo. Es decir, los intercambios informales pervivieron y hasta aumentaron en relación con el avance de los salarios reales. Incluso en actores bancarizados como los sujetos de estas observaciones.
Estos intercambios económicos se realizan entre “personas”. Es decir, estos intercambios a crédito sólo son posibles porque existe entre los sujetos que los entablan una suerte de confianza históricamente “construida, confirmada y compartida”. Estos vínculos funcionan anclados históricamente en el recuerdo de intercambios anteriores, a través de los cuales se construyó esta confianza; que al mismo tiempo es confirmada en cada nueva interacción.
Esta confianza es “compartida” no sólo porque debe ser aceptada y reconocida por las dos partes de la interacción, sino también porque puede ser transferida entre los actores a través de la presentación necesaria para las nuevas interacciones. Al mismo tiempo, cuenta como condición para su génesis la estabilidad laboral de los compradores. Es decir, es la inscripción en el mercado laboral formal del comprador lo que les permite el encuentro a las partes.
La distancia entre el intercambio del bien y el momento del pago habilita una deuda indocumentada que excede los límites materiales. El tiempo transcurrido da lugar a la incertidumbre, ya que la contra-transferencia puede no llevarse a cabo. En este sentido, entendemos que la característica de este tipo de intercambio es lo que produce y re-produce el vínculo entre las personas. En este espacio de incertidumbre, propia de la naturaleza informal de la relación, se refunda el vínculo basado en la confianza y que es intrínseco a los intercambios que se realizan en estos espacios del mercado laboral formal.
A partir del estudio de los créditos para viviendas tomados por inmigrantes mexicanos en California, Magdalena Villarreal (2012) da cuenta de la importancia de estos flujos monetarios y sociales y los circuitos que habitan en la comprensión de la naturaleza social y cultural de ciertas transacciones financieras.
Al referirse a la economía popular Pablo Figueiro da cuenta de los límites difusos de estas prácticas, donde “conviven y se articulan la formalidad con la informalidad, lo legal con lo ilegal, las relaciones de mercado con las más personales y de confianza”. Nuestras observaciones nos permiten iluminar que el acontecer cotidiano de intercambios mercantiles en estos espacios, no implica la coexistencia de dos lógicas, sino que estas prácticas sintetizan la convivencia de una lógica laboral (propia del espacio) que brinda elementos necesarios y fundamentales para el desarrollo de la lógica mercantil basada en el vínculo entre las personas del intercambio.
Notas:
Utilizamos esta categoría antropológica porque siguiendo a Mauss la noción de persona se pregunta sobre cómo se producen/reproducen los individuos y, por extensión, la sociedad. La persona es así una metáfora de la sociedad. MAUSS, Marcel, 1993 , “Une Catégorie de l’EspritHumain: La Notion de Personne et celle du Moi”,Sociologie et Anthropologie, Paris, PressesUniversitaires de France