Todos los domingos, los trabajadores de la cooperativa El Adoquín comercializan sus productos en una feria sobre la calle Defensa, en el barrio de San Telmo. Pero la feria es sólo el punto visible de un proceso productivo a pequeña escala, fundamentalmente doméstico. En este texto, la conquista sobre el espacio público como ámbito de producción y trabajo nos interroga sobre las definiciones legítimas de lo público y lo privado, planteando la cuestión del derecho sobre la ciudad que habitamos.“Trabajo manual”, “trabajo artesanal”, “diseño independiente” son las frases más enunciadas por los hombres y mujeres que buscan definir la labor que realizan todos los domingos en la calle Defensa, entre las cuadras 800 y 1000.
¿A quiénes nos referimos? A los trabajadores que forman parte de la cooperativa El Adoquín, una asociación que nuclea a artesanos, artistas, manualistas y micro-emprendedores que comercializan sus productos en una feria ubicada en el barrio porteño de San Telmo. La conformación de la cooperativa surgió en el año 2009 como un intento de organización para hacer frente a las embestidas de la fuerza policial, que en repetidas ocasiones ha intimidado a los trabajadores y desmantelado la feria mediante operativos ordenados por el Gobierno de la Ciudad.
La especificidad de los conflictos y reclamos en torno a la cooperativa de trabajo pueden rastrearse no tanto a partir de las características que adopta la actividad laboral de quienes la integran, sino –y en particular– en función del peso específico de su justa denominación: el adoquín. Es decir, la calle (empedrada en este caso) o vía pública.
El espacio –las veredas y calles– en que se desarrolla la feria popular deviene objeto de disputa a la luz de los conflictos suscitados con la autoridad gubernamental porteña, obstinada en denunciar ante la justicia la supuesta ilegalidad que enmarca la ocupación del espacio público con fines comerciales.“La ocupación de la calle debiera ser interpretada e interpelada como la puesta en escena de una forma de trabajo que, al igual que cualquier otra, requiere apropiarse de un tiempo y un lugar para poder desenvolverse”.La ocupación de la calle, sin embargo, no debiera reducirse a una mera “cuestión de orden público” pasible de ser –o no– judicializada. Tratándose de la manifestación viva de una actividad laboral y económica, debiera ser interpretada e interpelada como la puesta en escena de una forma de trabajo que, al igual que cualquier otra, requiere apropiarse de un tiempo y un lugar para poder desenvolverse y reproducirse.“Ocupar el espacio público” es una manifestación del trabajo del feriante y, de hecho, una manifestación necesaria. ¿En qué sentido? La relación que establecen los artesanos con la vía pública es estratégica pero también consustancial a su trabajo: así como muchos de los trabajadores entienden que estar ubicados en la calle es la única forma de poder exhibir y vender sus productos, otros lo ven también como el último eslabón de la cadena productiva, naturalizándolo al punto de equiparar este hecho al de “ir a la oficina”. Podríamos hablar de una “conquista” del espacio como ámbito de producción y trabajo, en relación al cual la cooperativa aparece –en boca de los trabajadores– como “un regulador”. Espacio público que, por otro lado, es entendido en términos relativos.En el mes de noviembre de 2014 realizamos una encuesta a 71 cooperativistas de El Adoquín [ii. A la pregunta “¿qué entiende por espacio público?”, algunos entrevistados señalaron que, al estar administrado por el Estado, “no es tan libre ni tan público”. Otros aspectos asociados a esta noción fueron los de “tránsito”, “libertad” y, sobre todo, “lo común”, “lo que es para todos”. Las ideas de “convivencia”, “responsabilidad” y “derecho” surgieron de las encuestas como la expresión de un sentido colectivo según el cual el espacio público puede y debe ser entendido como un espacio de reconocimiento y expresión, y no sólo de disputa. Tal y como supo advertir una artesana, “es cuestión de ubicarnos todos”.“Las ideas de “convivencia”, “responsabilidad” y “derecho” surgen como la expresión de un sentido colectivo según el cual el espacio público puede y debe ser entendido como un espacio de reconocimiento y expresión, y no sólo de disputa”.Las encuestas mencionadas nos han permitido conocer el modo en que los trabajadores piensan y significan su trabajo, así como las particularidades que lo constituyen. El 96% de los encuestados describió su actividad a partir de la fabricación personal de los productos que venden; reivindicaban, así, su trabajo “artesanal”. “La mercadería es legal porque la hacemos nosotros”, decía una trabajadora al pasar. El “hacerlo ellos mismos” es motivo de orgullo, estatus y distinción, pero también deja entrever todo un proceso de producción que hay detrás y que antecede al resultado.“El proceso de producción condensa los rasgos de una producción a pequeña escala, realizada fundamentalmente en el ámbito doméstico y sujeta a la búsqueda de “buenos precios”.El proceso de producción –invisible para quienes acudimos a la feria en calidad de visitantes, compradores, paseantes y consumidores– condensa los rasgos de una producción a pequeña escala, realizada fundamentalmente en el ámbito doméstico y sujeta a la búsqueda de “buenos precios” en cuanto a materia prima e insumos. El total de los encuestados declaró realizar su trabajo en casa. Algunos aclararon, incluso, tener un taller instalado en su domicilio.La búsqueda de “buenos precios”, por su parte, esboza tácticas orientadas a minimizar los costos de producción. Algunas de ellas comprenden comprar materiales a mayoristas, distribuidores y cartoneros, e incluso tomar telas que se encuentran en la calle, recibir donaciones y reciclar materiales para utilizarlos como materia prima.
La de los artesanos es una producción dinámica. Requiere del esfuerzo y el desplazamiento físico de los trabajadores, que en muchos casos realizan varios viajes para adquirir los materiales. Gran parte de esos viajes son de distancia media: implica movilizarse desde distintos puntos del conurbano hacia el centro de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.
Según sea el caso, hay ciertas zonas geográficas que aparecen como puntos estratégicos para la adquisición de insumos. Si lo que se quiere comprar es tela (o sucedáneos como hilos y tinta), el lugar más mencionado por los diseñadores es los alrededores de la Plaza Miserere, en el barrio de Once. Para conseguir cuero el lugar más visitado es Boedo, y para comprar metal el destino es Warnes. Sitios visitados por artesanos orfebres, por aquellos que confeccionan accesorios en cuero, por quienes diseñan remeras estampadas e indumentaria, joyería y otro sinfín de productos.
Mientras que el 59 por ciento de los entrevistados declaró vivir en algún barrio del Gran Buenos Aires, cerca de la mitad también dijo desplazarse hacia la capital para proveerse de insumos. Las distancias geográficas recorridas no son un aspecto secundario, sino que dan cuenta de los modos en que se configuran los costos y se invierte la energía física de los productores. Costos y energía que cobran aún mayor envergadura si se toma en cuenta que el 66 por ciento de los trabajadores se traslada en transporte público. Si bien la producción o confección se realiza en el interior del domicilio, es preciso destacar el carácter disperso (en términos geográficos) y contingente (en relación al precio) que la compra de materiales reviste y demanda.La dimensión de los modos de financiamiento que sostienen la producción merece mayor indagación de la que ha sido posible realizar a partir de la encuesta aplicada. Pese a ello, sí es posible aseverar que, del universo de los encuestados –compuesto por hombres y mujeres en proporciones similares y en su mayoría entre los 25 y 45 años– el 62% tiene otra actividad laboral además de la feria. El 59%, por otra parte, cuenta con estudios terciarios o universitarios.“La economía popular convoca a las ciencias sociales a emprender un trabajo teórico de resignificación de conceptos claves como los de “trabajo” y dicotomías problemáticas para la teoría social como las de “público/privado”.Comprender la complejidad y heterogeneidad que encierra el fenómeno de la economía popular –como bien señala la editorial de este dossier– convoca a las ciencias sociales a emprender un trabajo teórico que no se agota en explorar y conocer empíricamente sus manifestaciones concretas, sino en trabajar y resignificar a la luz de ellas conceptos claves como los de “trabajo” y dicotomías problemáticas para la teoría social como las de “público/privado”.Notas:
En el marco de esta disputa, los legisladores Jorge Taiana y María Rosa Muiños, junto con los integrantes de la cooperativa El Adoquín, presentaron el 27 de noviembre de 2014 un proyecto de ley en la legislatura porteña tendiente a reconocer institucionalmente y legalizar el trabajo de la cooperativa.
Encuestas aplicadas en el marco de un proyecto de investigación más amplio centrado en problematizar el fenómeno de la economía popular, llevado adelante por el equipo de trabajo del Centro de Investigaciones Socio-económicas de Buenos Aires (CISBA).