Habitar la universidad puede representar y motivar distintos sentidos para quienes la transiten, pero ¿Qué ocurre cuando esta vivencia se da en un contexto de encierro? La autora de esta nota se propone dar cuenta de los efectos que produce la experiencia universitaria en los/las estudiantes del CUSAM en relación a la propuesta pedagógica de esta. Aquella donde se construye una libertad capaz de transcender los muros del pabellón.
El Centro Universitario de San Martín (CUSAM) es un proyecto colectivo de construcción política y ciudadana de los internos privados de libertad del penal N°48 ubicado en el partido de Gral. San Martín, en las inmediaciones de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado Empresa pública encargada de la gestión de residuos sólidos urbanos del Gran Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. (CEAMSE). Surgió en el año 2008, a cargo de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y por iniciativa de los propios internos que declaraban una necesidad de instruirse. Allí se ofrecen dos carreras de grado, Lic. en Sociología y Trabajo Social, una diplomatura en Gestión Cultural y Comunitaria, y múltiples talleres extracurriculares sobre poesía, crónicas, filosofía, alfabetización, entre otros. El Centro recibe a hombres y mujeres de las unidades N°46, N°47 y N°48 que se encuentran contiguas entre sí, siendo esta última de población exclusivamente masculina. Además, la oferta académica incluye a las y los agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), dándole un carácter excepcional al CUSAM en relación a otros proyectos educativos en contextos de encierro. Dentro del penal N°48 existe un pabellón exclusivo para aquellos estudiantes hombres que acrediten al menos dos materias de alguna carrera.
“Había que explicarles que no estaba todo pago”, con esta frase Diego Tejerina, uno de los últimos presos en obtener el título de licenciado en Sociología, señala que en un principio las y los presos veían al centro como un lugar para escapar de la vigilancia del SPB y así poder transgredir las normas.El CUSAM es una salida del encierro, pero no como un espacio para exacerbar aquello que se debe reprimir dentro del pabellón sino desde la libertad que brindan la reflexión y la expresión. Es una salida colectiva a un problema social, cultural y político que afecta a gran parte de la sociedad, la más vulnerada, rompiendo con los patrones de estigmatización y violencia.
Si bien la educación es un derecho, las y los presos solo accedieron a él cuando lograron pensarse a sí mismos como sujetos de (este) derecho dentro de un Estado que se los debía. La identidad de “estudiante” vino a romper con la identidad de “preso/a” que les imponía la cultura carcelaria y por ello requirió de todo un trabajo de “adaptación” de las subjetividades al espacio educativo (Tejerina, 2016). Ambos repertorios de acción y pensamiento, el carcelario y el académico, coexisten y se despliegan según el contexto; aquellas y aquellos presos que se proponen participar del Centro aprenden a hacer un uso diferencial de ellos.
Experiencia transformadora
El CUSAM representa una experiencia movilizadora tanto para los cuerpos como para las mentes de las y los presos que allí participan. Llegar implica un movimiento de traslado desde las unidades penales contiguas (unidades Nº46 y Nº47) y/o desde los propios pabellones de la unidad N°48 donde se encuentra el Centro. El hecho de que las tres unidades penitenciarias y la Alcaldía comprendan un Complejo penitenciario facilita la movilidad ya que las distancias que las separan son relativamente cortas. Sin embargo, dichos traslados requieren la puesta en marcha de operativos de seguridad específicos y por lo tanto están sujetos a las logísticas del SPB. El viaje al Centro significa un cambio de ambiente para las y los presos y requiere de una preparación especial para los agentes.
De igual modo, la participación en los espacios conlleva la movilización de repertorios de valores, prácticas y discursos distintos a los que se ponen en juego dentro de los pabellones. Pensar en términos de movimientos físicos y mentales permite dar cuenta de las continuidades que hay entre los distintos ambientes que habitan las y los estudiantes y talleristas. Lejos de ser estáticas, las prácticas y discursos de las y los estudiantes y talleristas están en permanente cambio. Ellos ponen en juego diferentes repertorios según los consideren más o menos adecuados a las distintas situaciones específicas. El acceso a la educación les provee de un tipo de repertorio distinto -pero no totalmente opuesto- al que surge de la cárcel. No existen dos lógicas, una académica y otra carcelaria como tales, cerradas y consistentes. Sí existen ciertos repertorios de acción y pensamiento que funcionan como marcos de referencia y de los cuales echan mano las personas para sostener discursivamente sus prácticas.
Las y los presos que participan en el Centro incorporan gradualmente el repertorio académico y es en este proceso en que se da el movimiento mental antes mencionado. Los movimientos físicos son circunstanciales y momentáneos. Por el contrario, aquellos mentales se prolongan a lo largo del tiempo, nunca son acabados sino que son constantes. El carácter perdurable de esta transformación del pensamiento es lo que le permite al proyecto pedagógico alcanzar su objetivo central de trascender los muros de la cárcel. La piedra angular sobre la que se estructura el Centro es la articulación entre la Universidad (UNSAM), la Cárcel (complejo penitenciario) y el Territorio (Gral. San Martín). El propósito de establecer una relación dialógica entre los componentes de esta triada es generar en las y los presos la capacidad de accionar sobre las condiciones adversas de vida que los atraviesan dentro y fuera de la cárcel.
Las nuevas formas de relación con el entorno social y familiar que entablan las y los estudiantes y talleristas a partir del repertorio académico (práctico y discursivos) que adquieren, resulta en una de las formas en que el Centro extiende su alcance. Otra se da a partir de la gestión institucional de propuestas que integren al Centro a otros espacios del ámbito no solo académico y/o penitenciario sino además de agrupaciones sociales y de la literatura, entre otros. Algunos de estos alcances se ven en la forma en la que hablan, piensan y se mueven las y los presos en sus vidas cotidianas; en la manera en que se relacionan con sus familias o con el SPB y en las elecciones que toman una vez fuera de la cárcel, por ejemplo. Por su parte, las y los propios presos intentan romper con el muro social y simbólico que los separa del resto de la sociedad, desde los recursos (sociales, simbólicos, académicos, entre otros) que les brinda la formación universitaria y de los talleres. Reconocen en sí mismos y en las y los otros un proceso de transformación. Este es un fenómeno deseado y estimulado por los referentes, quienes, como su nombre lo indica, funcionan como modelo a seguir para estudiantes y talleristas. A propósito de esto, Luis -uno de ellos- expresa de qué forma vive actualmente la relación con su entorno familiar y con sus compañeros presos, luego de involucrarse en el Proyecto:
“Fue algo muy… a mí te digo la verdad me cambió, me transformó. Al día de hoy, a pesar de que llevo 20 años me dicen “¿cuánto llevás vos? No parece que tanto” y sí, bueno… tampoco te voy a hablar “eeeh qué tal amigo” porque yo no soy, no me gusta. Y yo a veces trato de corregirlos a ellos para que vean que hay otra manera.”
Esa transformación no solo afecta a las y los propios estudiantes y talleristas sino además a sus familias. Luis agrega:
“Mi mamá, vino mi hermana y con mi sobrina. Y fue algo que “uhhh, ¿esto hace mi hijo?”. Porque antes iba por todas las cárceles que hay en la provincia de Buenos Aires y siempre era lo malo, la gente en la fila, las mujeres… es un ámbito que es tanto malo para la familia, malo para uno. Entonces creo que sí, pudieron…les gustó. Para mí también, sabiendo lo que fueron ellos cuando era chico, lo que comentaba mi padre o mi madre.”
Por otro lado, hay un esfuerzo por parte de las y los estudiantes y talleristas por incorporar repertorios propios del ámbito académico. Cuanto más tiempo lleve expuesto un/una estudiante al ámbito académico, mayor será su grado de transformación subjetiva, en la medida que internaliza las normas morales de comportamiento y sentimiento. La transformación de la que habla Luis no es solo a nivel educativo sino a nivel moral. Es notorio el esfuerzo por distinguir entre “lo que está bien” (aquello referente al ámbito educativo) y “lo que está mal” (relativo a la Cárcel). Los carteles de la entrada ya hablan de una delimitación de espacios. Allí donde empieza la universidad, termina la cárcel. Los berretines no están permitidos. El Centro implica una forma de comportamiento diferente a la que requiere la convivencia en los pabellones. Por esto mismo es recurrente la mención al Centro como un espacio de libertad: allí no se está bajo la mirada de los vigilantes Forma del tumbero para referirse a los agentes del Servicio Penitenciario.. A pesar de que dicha circunstancia implique algunos cambios en sus formas de comportarse, de ninguna forma supone la suspensión de toda norma de control. Muy por el contrario, se espera (como condición excluyente) cierto tipo de conducta y eso está claramente marcado en los carteles que se encuentran a la entrada del Centro: “Sin berretines, amigo” y “Respete el espacio educativo”. Señalan una distinción, a la vez implícita y explícita entre los dominios de la Cárcel y los de la Universidad. La advertencia más fuerte está en aquellos carteles, mientras que las normas morales y psico-sociales se demarcan de forma más sutil y se aprehenden a partir de la participación activa y constante del espacio educativo. En palabras de Luis:
“Trato de que el vocabulario o el léxico tumbero Jerga que circula en las cárceles; es una arista del lunfardo., como le dicen, no me atrape. Trato de no usarlo y ellos me miran como una especie media rara, “¿qué te hacés el superado?” pero no, trato de superarme yo, no me hago el superado ni tampoco me la creo, pero creo que hay momentos en los que uno tiene que cambiar. “Vos también podés hacerlo”, les digo, “¿por qué no?” Algo que surgió, estás pagando un error, tratá de tomarlo lo más cálido que puedas chabón Forma genética del lunfardo para referirse a una persona masculina., porque si no está la isla y te lleva… y viste como es.”
En el contexto académico, entonces, se modifican las relaciones interpersonales entre las y los presos: ya no solo son compañeros de celda y pabellón, sino que son compañero de estudio, son futuros licenciados. Se relacionan gracias a la circunstancialidad, pero no del encierro sino de la libertad que surge del encuentro en el aula. Según Luis:
“En las visitas te encontrás con algunos chicos acá y vos estás viendo cuando te presenta como “un compañero que estudia conmigo en la universidad” creo que es impactante porque ahí sí te vas del lado de la cárcel…y para la familia de ese chico que te presentó como un compañero de estudio y no como un compañero de celda o no como “un pibe que lo conozco acá en el penal” y esas cosas.”
El CUSAM constituye una experiencia movilizadora en la medida en que interpela los repertorios de acción y pensamiento de las y los estudiantes y talleristas. El cambio de ambiente del carcelario al académico conlleva no solo un sentimiento de libertad, gracias a la ausencia de los vigilantes, sino también el acceso a un marco de referencia distinto al que adquirieron en los pabellones o que incorporaron a lo largo de sus trayectorias de vida personales. Algunas y algunos de ellos atraviesan un proceso de transformación subjetiva que incide directamente en sus relaciones interpersonales familiares y con el resto de las y los presos. Este fenómeno es deseado y estimulado por el grupo de gestión, el cual encara propuestas pedagógicas orientadas a dotar a las y los presos de herramientas académicas para poder actuar frente a sus situaciones adversas de vida.