La diversidad de posturas frente a ciertos acontecimientos de opinión pública es habitual. Una respuesta unánime de una inmensa cantidad de personas, no. Este texto es un relato de lo “extraordinario”. Es una descripción de un sentimiento común percibido, por momentos, en todas partes. Vergüenza, impunidad, bronca, miedo… eran palabras que escuchaba de la conversación que mantenían una señora con una pareja. Estaba frente a ellos, agarrado de una baranda del tren de la línea Mitre cada vez más apretado por la gente que se sumaba en las estaciones. La señora ingresó en el andén de Victoria y enseguida entabló conversación con una pareja. Ese día era fácil iniciar una charla con el pasajero de al lado. Se sabía muy bien el tema que se iba a tocar e incluso en qué estación se bajaría cualquier persona. Las estaciones pasaron y el vagón se conformó de personas de todos los grupos de edades, desde el más anciano hasta los más niños tenían como destino la Plaza de Mayo. Para el final del recorrido, los cánticos de un grupo de jóvenes que subieron en Beccar eran repetidos por todo el vagón hasta interrumpirse cuando llegamos a Retiro.Debido a la gran cantidad de gente que bajaba al subte, preferí continuar caminando hasta el punto de encuentro de donde marcharíamos los estudiantes y profesores de la UNSAM. Las seis de la tarde era el horario que la Junta Docente del IDAES, junto con las agrupaciones estudiantiles, convocaban a reunirse en la intersección de las calles Pellegrini e Yrigoyen. Una vez allí, esperábamos a que llegaran los compañeros y profesores para ir a la Plaza.“Asistir a esa lucha era ponerle voz a los desaparecidos del pasado, rechazar el intento de impunidad que tenemos en el presente y dejar las miles de huellas de memoria, verdad y justicia en el asfalto para que sean vistas en el futuro”.En esa espera se notaba la imponente concurrencia de personas que marchaban junto a los distintos partidos políticos, colectivos y movimientos sociales. Luego de una hora nos movilizamos por la Av. Diagonal Norte. La masividad de la convocatoria obligaba a marchar lentamente y a tener cuidado de no perderse en medio de esa marea humana. Para poder acercarnos más a la Plaza, nos desviamos por Maipú hasta chocar con Avenida de Mayo. Pero allí tampoco avanzamos, quedamos finalmente reunidos en la mitad de la avenida mientras seguían llegando más estudiantes de la UNSAM. Se escuchaban de fondo a los oradores del acto central, por momentos tapados de los cánticos que atravesaban a todos los colectivos sociales.¿Por qué estábamos allí? ¿Qué ocasionó aquella masiva concentración en la Plaza de Mayo? La noticia del fallo de la Corte Suprema otorgando el benefició del “dos por uno” a un represor condenado por delitos de lesa humanidad, nos motivó a querer estar en ese lugar. “No se puede hacer algo así, es muy ridículo. Si liberan a todos los que están presos es como absurdo, no hubo pelea, no hubo nada casi”. Eso fue lo que me dijo Santiago, un miembro del centro de estudiantes del Colegio No. 12 “Reconquista” al preguntarle por el fallo. Esa sensación de estar perdiendo algo, el miedo a que se abra una puerta que parecía estar cerrada, trajo la motivación necesaria para que salga a la calle tanto ese estudiante de 17 años como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que se expresaban en el escenario.“Esa certeza es una sociedad que tomó para sí la búsqueda de justicia y verdad de los crímenes de la última dictadura. Una causa que atraviesa las generaciones y que produce esa obligación de salir a la calle”.Asistir a esa lucha era ponerle voz a los desaparecidos del pasado, rechazar el intento de impunidad que tenemos en el presente y dejar las miles de huellas de memoria, verdad y justicia en el asfalto para que sean vistas en el futuro. El silencio de una casa rosada vallada, separada en una frontera física y simbólica, magnificaba el grito de que no reaparezca el intento de impunidad. Sobre aquella no-palabra del gobierno nacional, el documento elaborado por los organismos de derechos humanos culminaba el acto.De regreso en tren a San Fernando, se mantenían los diálogos sobre la importancia de haber salido a la calle, a decirle “no al dos por uno”. Un señor que se sentó a mi lado estaba viendo, a través de su celular, un canal de noticias que repasaba los hechos más salientes de esa jornada. “La sociedad le contestó a la Corte Suprema”, aseveraba el periodista mientras mostraba las imágenes del acto. Aquella sociedad a la que se refería estuvo compuesta tanto de organizaciones sociales como de los sectores de la CGT, los colectivos de Espacio Memoria, Verdad y Justicia, partidos políticos, Abuelas de Plaza de Mayo, organizaciones estudiantiles; las dos CTA y también de esos pasajeros que estaban en el vagón del tren.Al final del día, la intranquilidad de una nueva ola de impunidad se transformó en certeza. Una certeza que no pertenece sólo a las Abuelas y Madres; que no es utilizada para “el curro de los derechos humanos”; ni de la cual se pueda desprender como algo del pasado. Esa certeza es una sociedad que tomó para sí la búsqueda de justicia y verdad de los crímenes de la última dictadura. Una causa que atraviesa las generaciones y que produce esa obligación de salir a la calle.
Restará saber si esta movilización cerró la puerta abierta por la Corte Suprema. Por el momento, la marcha del “no al dos por uno” sentó un límite del cual resultará complicado avanzar. El gobierno nacional -determinado en su accionar por los sondeos de opinión pública- tuvo que manifestarse en contra del fallo. Es, una vez más, la lucha por quién cuenta el pasado es la que definirá nuestro futuro. Por eso, hoy la ecuación que debe quedar en claro es que dos por uno es igual a ¡NO!.