El domingo pasado la ciudadanía chilena consolidó por medio de las urnas el ciclo de protestas desencadenado en Octubre del año pasado tras el estallido social.
Luego de la tregua epidemiológica gozada por Sebastián Piñera debido a la pandemia, finalmente llegó el día en que se decidía la continuidad del consenso neoliberal materializado en la Constitución pinochetista o la ruptura con aquella Carta Magna en pos de su reformulación.
Los números están a la vista: con un 78.3% a favor de la reforma, la sociedad chilena decidió sepultar el texto constitucional dictado en 1980 durante la dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet, dando lugar a una Convención Constituyente (elegida por el 79% de los votantes) que se celebrará el 11 de Abril del año próximo.
Con este escenario, el comité editorial de Márgenes dialogó con Alejandro Frenkel (Dr. en Ciencias Sociales por la UBA y Coordinador Académico de la Maestría en Relaciones Internacionales de la UNSAM) e Iván Weissman (economista y politólogo de formación. Periodista de oficio en NBC NEWS por New York; Bloomberg News en Londres; El Mostrador, Chile y, actualmente, RED/ACCIÓN), sobre los desafíos que abre el proceso constituyente chileno de cara al futuro.
M: ¿Qué análisis puede hacerse del porcentaje de participación en el plebiscito? ¿Rompe con las dinámicas de baja participación electoral previa?
AF: Es una de las participaciones más altas de los últimos tiempos. Considerando que desde las elecciones del año 2009 el voto es voluntario, provocando un descenso pronunciado de participación ciudadana.
IW: Votó un 50,8% del padrón total de 14 millones 855 mil chilenos. Es alta para lo que es la media en Chile desde que se instauró el voto voluntario. Prácticamente igualó el 50,9% de participación que tuvo la primera vuelta de la elección presidencial de 2013. Para la elección de Sebastián Piñera votó el 49%.
M: ¿Cuál es el proceso venidero? ¿A qué deberíamos prestar atención?
AF: El proceso que viene, en primera instancia, es el llamado a las elecciones para elegir a los representantes de la asamblea constituyente, los cuales van a ser elegidos desde cero con una promesa de paridad de género. Sin embargo, hay que prestar atención a las campañas de los asambleístas, sus propuestas y quiénes son los que se postulan para ello.
En segunda instancia, importarán los acuerdos alcanzados. Existe gran expectativa depositada en el proceso de la nueva constitución que debería reflejar una demanda la cual contente a heterogeneidad de sectores.
Si bien hay algunos temas en agenda que se vienen conversando como la reforma previsional, el sistema de salud, el sistema educativo, agenda de seguridad, el funcionamiento de las fuerzas de seguridad, entre otras, existe una forma de elección de los diputados, denominada instituciones contra mayoritarias, que si bien fue reformulada hace poco tiempo sigue generando controversias.
IW: En abril se vota la Asamble Constituyente que tendrá la responsabilidad de escribir la nueva Carta Magna. En 2022 se hace un nuevo plebiscito para aprobar o rechazar la nueva Constitución.
M: ¿Puede la elite gobernante bloquear de alguna manera los cambios iniciados?
AF: Primero hay que ver quienes terminan siendo electos para la asamblea constituyente. Desde luego que la élite, la clase gobernante actual desde todos los aspectos ideológicos, está bastante desprestigiada, pero de todas formas hay que ver la oferta que haya. No significa que muchos de los que son parte de la élite política actual no sean parte de la asamblea constituyente y no les de una capacidad para bloquear. Es un momento de institucionalizar buena parte de este movimiento, mejor dicho, pareciera ser que la reforma constitucional es la mejor forma de canalizar institucionalmente la movilización, las demandas. Eso significa que en cualquier proceso aparece el juego de poder que tienen las élites y los grupos de presión. Además se estableció que los acuerdos de la nueva constitución tienen que ser por medio de dos tercios de la asamblea constituyente, con lo cual va a significar que se van a necesitar grandes acuerdos y, también, eso va a significar capacidad para bloquear a los proyectos. Se van a necesitar amplias mayorías, yo diría que sí tienen grandes posibilidades de matizar algunas reformas que se traten.
IW: Si, el acuerdo entre todos los partidos políticos es que todos los temas más sensibles tienen que tener mayoría de 2/3 de la Asamblea. Así que la fórmula obliga a todas las partes a encontrar acuerdos y buscar consensos.
M: ¿Cuentan los partidos de izquierda con perfiles que puedan capitalizar electoralmente, de cara al 2021, las subjetividades políticas expresadas en las movilizaciones sociales?
AF: Creo que sí tiene posibilidades de capitalizar el proceso, pero no lo leería como algo lineal. En el sentido de que las demandas estén necesariamente a la izquierda o que esas demandas se traducen necesariamente en una mayor simpatía por candidatos de izquierda. De hecho hay debates sobre si el cuestionamiento del modelo neoliberal no está materializado o implementado desde prácticas neoliberales. Es un proceso bastante complejo, y las demandas también, ya que los grupos son heterogéneos. No hay figuras dentro de las movilizaciones lo cual hace mucho más difícil entender cuales son.
Con lo cual diría que sí tiene amplias posibilidades en el sentido que muchas de estas demandas tienen un componente redistribucionista de cuestionar el status quo y esto puede ser capitalizado por la izquierda. Pero también uno de los problemas que tuvo la izquierda chilena en los últimos años, el progresismo, es que tampoco logró presentar alternativas convincentes a buena parte de este modelo y el estallido en parte tiene que ver con eso. Así que para la izquierda el desafío está en reconvertirse y poder mostrarse efectivamente como un espacio, con figuras jóvenes. Por otro lado el hecho de que sea una asamblea constituyente y se elijan los representantes de cualquier parte de la ciudadanía también abre la posibilidad que sean parte de la asamblea los llamados outsiders, como pueden aparecer muchos outsiders por derecha, con un discurso más de populismo de derecha, anti institucional pero más tirado a la derecha.
Diría que puede ser capitalizado tanto por izquierda como por derecha.
IW: Ninguno en particular. Los partidos están muy desprestigiados. Lo mismo la política, que eso es un problema, porque sin política no hay democracia. La energía para los cambios vino de afuera del sistema. Organizaciones sociales no necesariamente de izquierda.