Los medios no permiten vislumbrar la verdadera naturaleza de estos espacios de trabajo porque refuerzan estereotipos, victimizan al migrante y limitan al fenómeno de “trata de personas” como sinónimo de esclavitud. Al trabajador textil se le convierte en objeto, cuando es, en realidad, sujeto de acción que responde a “la racionalidad del progreso y no solo a una lógica esclava”.“Fue impresionante cómo se incendió de rápido”. Diez años después de la quema de la textilera ubicada en Luis Viale al 1269, sigue sin haber culpables. Pero la búsqueda de justicia por parte de familiares y amigos de las víctimas no cesa. Esta nota explora el caso en detalle a la vez que lo enmarca en una economía de la informalidad que rige el mundo actual.Murieron cinco niños y una mujer embarazada en el incendio. El pasado 30 de marzo, para conmemorar los diez años, familiares y amigos de las víctimas se congregaron frente al lugar que funcionaba como taller y vivienda de 64 trabajadores bolivianos. En la fachada intervenida puede leerse: “Fischberg y Geiler responsables” y seis siluetas amarillas, justo debajo de una franja de ladrillos rojos carcomidos por la acción del fuego.Los asistentes de la concentración guardaban expectativas respecto al juicio contra los presuntos culpables del incendio, que comenzó el 19 de abril. Pero también había cierta reserva porque la causa prescribiera por los años transcurridos y por la voluntad del Tribunal de declarar al hecho como meramente “culposo”, es decir, como una imprudencia sin ninguna intencionalidad y con una pena mínima para los responsables.En ese taller, que desde su habilitación en 2000 no fue inspeccionado, vivían 64 personas. En la fachada intervenida pueden leerse y verse: “Fischberg y Geiler responsables” y seis siluetas amarillas, justo debajo de una franja de ladrillos rojos carcomidos por la acción del fuego.Aproximadamente la mitad eran chicos. Los ex trabajadores y familiares de las víctimas cuentan que dormían en “habitaciones” de 3 x 2,5mts separadas por telas y tabiques de madera, compartiendo colchones, sin un espacio para comer y con un solo baño sin agua caliente. Las jornadas en promedio eran de 14 horas por día, de lunes a viernes, y 5/6 horas el sábado. Los trabajadores cobraban $200 por mes, menos de un 25% del salario de convenio en aquel entonces.Los talleres textiles, enclavados en la dinámica de economías informales, tienen como característica fundamental ser espacios de trabajo y vivienda donde se articula una identidad comunitaria posmoderna. Según Verónica Gago, en estos lugares “lo que se pone en juego es un diferencial de explotación sostenido en el desarraigo y en el tipo de reterritorialización comunitaria que se intenta confinar entre las paredes del taller. Ese diferencial, además, es triple: salarial, de estatuto legal pero, sobre todo, de riqueza comunitaria”. Los talleres son nuevos espacios articulados por la acción de sujetos históricos (migrantes).Los talleres son nuevos espacios articulados por la acción de sujetos históricos migrantes.Tras el accidente ocurrido en el 2006, Jorge Telerman, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, hizo acto de presencia con medio gabinete y dijo: “Hay que denunciar a esta gente, bueno, gente no, salvajes”. Recién 10 años después comienza un juicio serio.El siniestro en el taller de Luis Viale no es un caso aislado, está circunscrito a la lógica de clandestinidad de las economías informales, que tiene como aliados a la indiferencia de las autoridades y a la complicidad de un sistema económico perverso. Durante los últimos años en Buenos Aires, otros casos, muy similares por sus características y actores, han salido a la luz, pero todos con la constante “tragedia”, como interés principal de los medios informativos y algunas organizaciones sociales.Este tipo de talleres, afirma Gago, se han convertido en un prototipo de modalidad laboral que se replica en otros sectores y que es totalmente funcional a las dinámicas económicas y sociales de las grandes ciudades. En ellas se fomentan la reproducción de estos espacios, pero se invisibiliza y criminaliza a sus comunidades.
No obstante, la comunidad boliviana también ha entendido este sistema y se ha apropiado de él. Es común el hecho de comenzar como costurero para, en un años, ahorrar e intentar ser dueño de un taller, una lógica de “evolución natural”. Los costureros buscan así una mejora de sus condiciones materiales y sociales.Entretejiendo voces
En el taller se convive, se trabaja, se duerme, se come y se cría a los hijos. Es el espacio en donde se genera una aparente autonomía del exterior, pero en palabras de Michel De Certau el espacio “es el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo circunstancian, lo temporalizan y lo llevan a funcionar como una unidad polivalente de programas conflictuales o de proximidades contractuales”. Estos talleres responden, también, a la dinámica de un sistema ideológico-económico.Los salarios en este tipo de talleres no están regulados, lo que permite, incluso, pagar mucho menos del mínimo establecido por la ley argentina: 6060 pesos. El siniestro en el taller de Luis Viale no es un caso aislado, está circunscrito a la lógica de clandestinidad de las economías informales, que tienen como aliados la indiferencia de las autoridades y la complicidad de un sistema económico perverso.El salario mínimo en Bolivia hasta 2015 estaba en un equivalente a 3415 pesos argentinos. El fenómeno migratorio de bolivianos a Argentina y su ocupación en trabajos con márgenes muy desdibujados entre la formalidad y la informalidad, puede explicarse por lo que el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, llamó: “el nuevo orden empresarial”.Los talleres textiles son el mejor ejemplo de esto: modelos neoliberales, de la reproducción de economías de escala que, en microeconomía se definen como la expansión de una empresa a través de la máxima reducción de costos. Ya sea en la compra de materias primas o en la manufactura, se subcontrata. En el caso de Luis Viale los verdaderos responsables no eran los encargados del lugar. Son los empresarios Daniel Fischberg y Jaime Geiler, quienes encargaban que la ropa se confeccionara en ese taller y “venían a controlar cuánta producción teníamos”, dice Luis Fernando, junto con su esposa, los únicos querellantes de la causa.Esta lógica económica es consecuencia de la ausencia del Estado en el control de grupos empresariales. Por el contrario, les otorga beneficios no explícitos. Ejemplo de ello es que tanto en sectores de la actividad primaria como en la manufacturera, construcción o de servicios persiste el empleo asalariado no declarado. Al contrario del tratamiento que este mismo Estado les da a aquellas economías informales (cooperativas, ferias, talleres de ropa, ambulantaje, etc.) que no pertenecen al conglomerado empresarial y que son objeto de represión y hostigamiento por parte del mismo. Tema aparte es que aún estas economías informales se circunscriben de algún modo al sistema económico formal.Talleres hay muchos. Complicidades y complejidades, también. Existe la hipótesis de que el incendio ocurrió por una falla eléctrica en el primer piso que estaba repleto de rollos de telas, pero la investigación no puede reducirse a cómo se inició el fuego. Ya es sintomático que tantos años después se haya iniciado un juicio serio para deslindar responsabilidades.El panorama descrito previamente permite vislumbrar algunas de las causas por las que probablemente no se ha castigado penalmente a los responsables del incendio de 2006. Este tipo de crímenes articulan su injusticia en la formalidad/informalidad, legalidad/ilegalidad y la vinculación del trabajo migrante al “trabajo esclavo”. Condiciones y categorías que todavía, pese a esfuerzos de algunas agrupaciones políticas, sociales y académicas, no permiten visibilizar en un tiempo cercano, a una comunidad boliviana en Buenos Aires como pleno sujeto de derecho.Hoy en día, este tipo de talleres no sólo tienen espacios en la capital argentina, sino también en partidos de la provincia, como por ejemplo Tres de Febrero, Lomas de Zamora, Temperley, etc. Ahí también hay grandes empleadores de niños, jóvenes y adultos que entre telas, cables, maquinas, ruido y un espacio físico muy reducido, cumplen una jornada laboral.Sin embargo, hay estrategias de empoderamiento que poco a poco tienen eco en la ley. Juan Vásquez, del colectivo Simbiosis Cultural y uno de los coordinadores de la campaña del juicio, atina a mencionar: “Después del incendio del taller en Luis Viale las organizaciones bolivianas salieron a defender los talleres, y organizaciones como La Alameda, a querer clausurarlos, utilizando para este fin la mediatización de términos que estigmatizan a una colectividad entera. Sin embargo, luego de este terrible incendio, aparece un nuevo actor: algunos costureros y ex costureros dispuestos a dar la pelea para modificar esa estructura. Para hacer eso tienen que llamar a otros costureros y lo tienen que hacer desde un lenguaje que no los victimice, un lenguaje que no los anule como fuerza que puede modificar sus condiciones.”El juicio
Tras dos actos fallidos, el lunes 18 de abril, tal como se buscó durante todo este tiempo, comenzó el juicio que pretende sentar precedentes para la impartición de justicia y respeto a los derechos civiles de los migrantes bolivianos en los talleres textiles de Buenos Aires.Puntual, a las 8:15, familiares y amigos de las víctimas, acompañados de varias agrupaciones sociales y políticas, se dieron cita frente a Talcahuano 550. Los medios de comunicación refuerzan estereotipos, victimizan al migrante y lo limitan al fenómeno de <>.Todo inició con una conferencia de prensa donde se hizo público que pese a que la causa del juicio sería inicialmente juzgada como “incendio o estrago agravado seguido de muerte”, buscarían durante los tres días de juicio, que la causa se elevara a “estrago agravado con dolo eventual”, lo que significa que hubo intención y el crimen alcanzaría una pena de hasta 20 años para los responsables del taller.En el Tribunal Oral N°5, y a la espera de la llegada de todos los testigos, se organizó entrar por tandas, medios, asociaciones civiles y agrupaciones políticas, ya que el lugar contaba solo con 18 lugares. Ese primer día declararon tres testigos y uno de los imputados por la causa. Además, Fernando, padre de Harry Douglas, de tres años, hizo un largo y detallado relato de los momentos previos al incendio donde falleció su pequeño hijo.El segundo día, y tras buenos dividendos para los querellantes en la primera jornada, se planteó, además de elevar la causa, el otro objetivo de la campaña del juicio: investigar la responsabilidad de los “socios”, es decir, los dueños de las marcas de ropa que se fabricaba en el taller (Fischberg y Geiler).Entre lo más destacado del segundo día se encontró, también, la presencia del Embajador de Bolivia en Argentina, Liborio Flores y del Presidente de la Cámara de Senadores de Bolivia, José González Samaniego, quien viajó a la Argentina solo por un día y por expresa indicación del presidente boliviano Evo Morales. La presencia de José González en el juicio es sintomática del momento político actual de Bolivia y la atención de su gobierno respecto al juicio. También es evidencia de que tras los mandatos presidenciales de Morales, un país con 62.2% de población indígena y que históricamente ha tenido graves problemas de discriminación y segregación, está pendiente del respeto a sus ciudadanos dentro y fuera de su territorio.Este tipo de crímenes articulan su injusticia en la formalidad/informalidad, legalidad/ilegalidad y en la vinculación del trabajo migrante al <>. Si se aborda esta problemática como un caso de <<explotación laboral>> podríamos ampliar el análisis.El jueves 21, el juzgado amplió la acusación e incluyó el delito de “reducción a la servidumbre” como agravante del estrago. Es esta la gran victoria de toda la campaña, pero podría verse también como un reforzamiento del estereotipo de víctima y sujeto esclavo que se tiene del migrante boliviano. Si se aborda esta problemática como un caso de “explotación laboral” podríamos ampliar el análisis. Si bien es un fenómeno que responde a una lógica liberal de maximización de las ganancias en perjuicio de otros, por otro lado, no impide del todo, el ejercicio de ciudadanía ni la movilidad social que pretende todo migrante al trabajar arduamente. Los costureros realizan jornadas extenuantes porque así la familia tiene un mejor desarrollo y más oportunidades. En Buenos Aires hay segundas generaciones de bolivianos provenientes de familias dedicadas a la costura que poseen educación universitaria y aspiran o llevan a cabo un cambio radical en su actividad económica. Hay puntos de fuga como la organización política, el arte urbano, el hip hop, que acogen la necesidad de sublimar y modificar la situación de los migrantes bolivianos en la ciudad.El mercado textil en Buenos Aires está inmerso entre lo formal/informal. Por un lado responde a la demanda controlada de un mercado de ropa, y por el otro, basa su manufactura en la explotación de individuos dispuestos a laborar largas jornadas sin prestaciones y en malas condiciones de trabajo. Este tipo de economías informales son un fenómeno global, que se presentan tanto en países “subdesarrollados” como en “desarrollados”, y no son ajenas al sistema económico que es hegemónico (neoliberal), sino producto de éste. Gago, Verónica. Revista Anfibia 2015. http://www.revistaanfibia.com/ensayo/progreso-clandestino/
Cabe resaltar que pueden consultarse las grabaciones, fotografías y el diario del juicio en https://juicioluisviale.wordpress.com/ Una iniciativa informativa llevada a cabo por Simbiosis Cultural, un colectivo que busca fomentar la defensa de los derechos y la integración de la comunidad boliviana en Argentina, la cual se ha encargado de la campaña de todo el juicio.
Jhordi Rap, rapero boliviano presente los días del juicio para acompañar la causa. https://www.youtube.com/watch?v=_9cVRLUpcUM