Como señaló una vez Adamovskyhttp://panamarevista.com/cultura-leninista/, el único indemne es Lenín. En las historietas de Bruno Bauer difícilmente pueda justificarse o llegar a sentir algo de autoconmiseración -y si lo hace corre riesgo de perderse el remate-. El objetivo parece ser que ninguna postura o mirada que no realice alguna crítica o revisión sobre sí misma logre salvarse.

En La vuelta de Rocha -historieta inédita- ni su homólogo Almada, un personaje agudo y cínico por de más, lo logra. La causa, su poca suerte y un cobarde amigo que a la hora de decidir decide tarde.

Su amigo, Almanza, es un revolucionario de los setenta devenido en progresista que hoy entiende históricamente. Almanza revisa sus ideas de manera de dejarlas intactas: ellas son parte del pasado, no se juzgan y no estarían presentes…

No sobrevive la modernidad ni tampoco la ecléctica y estética posmodernidad. Es el fin de las grandes ideas, de los metarrelatos, es el fin de la historia. En su lugar, la posmodernidad nos trae flexibilización laboral, marginación social y psicoanálisis en exceso. La democracia y el capitalismo parecen aunarse.

Mientras, quienes pregonan la posmodernidad le van despejando el camino. Sin embargo, algo se les escapa, el no lugar no existe. En las ruinas de la modernidad se levanta un lugar donde se encierran los valores del siglo xx, donde se encierra al ingenuo Occidente que no la vio venir y ahora sucumbe ante el autoritarismo.

En el final no emergen valores nuevos. No emergen conceptos completamente novedosos. Los valores del siglo xx no terminan reemplazados. Es que en la nada, en la pérdida, nos aferramos. Siempre necesitamos creer en algo, al menos en aquello conocido y que continúa disponible, en la modernidad derruida y llena de escombros.

Se acerca el fin del trabajo y al final, del lado izquierdo a la pobreza solo le quedó la muerte. En el medio vemos a los ganadores de hoy y a los perdedores de siempre. Entre tanto, a su lado derecho, anónimo y altivo, el edificio de los ricos sigue creciendo.

One Response

  1. “En su lugar, la posmodernidad nos trae flexibilización laboral, marginación social y psicoanálisis en exceso. La democracia y el capitalismo parecen aunarse”.

    Farmácos y terapia cognitivo conductual diría yo, la posmodernidad, la pospolitica, la muerte de los grandes relatos, la relación de lo real sin ideología, pompas de jabón en el aire. Siempre estamos atravesados por la ideología, siempre, y negarlo, o pretender construir una epistemología dejando de eso lado, o un proyecto político, o un proyecto comunitario, es caer en un error craso, es alimentar precisamente a los que les conviene que no existan debates ni horizontes utópicos, es decir, a los que se benefician con el relato liberal, con el orden de las cosas incuestionable, porque ya no vale la pena discutir sobre las grande ideas.

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