Hilarante o irritante, según desde dónde se lo mire. Martín Rechimuzzi es un joven comunicador que se para en “la grieta”, la explicita y se jacta de ella, tanto como la considera necesaria. 

Rechimuzzi se formó en Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires. Intentó hacer un posgrado en marketing político, pero no le gustó. “Necesitamos construir una Ciencia Política muchísimo más orientada a lo que pasa en esta realidad caótica”, afirma. 

Es conocido por formar parte del programa “Furia bebé”, junto a Malena Pichot y Señorita Bimbo, en radio “Futurock”; por su actuación en “Proyecto Bisman” junto a Pedro Rosemblat y por sus satíricos personajes en redes sociales. Todos sus proyectos tienen una intencionalidad muy clara: hacer política desde el humor. “Son las cuatro y va a empezar, lentamente te vas a enojar. Es una furia, bebé, es una furia”. Armagedón con babero, alegría subversiva. 

Admira el feminismo, pero afirma que los hombres deberían estar más dispuestos a escuchar y a aprender que a decir algo respecto del movimiento.

“¿Están para un challenge?”, pregunta Martín cada tanto a sus 193 mil seguidores de Instagram. El juego: hacer una “historia” filmando a alguien, mientras se le comenta que  algún famoso se suicidó. El desafío: no reírse. Otros de sus grandes hits: la renuncia de Mauricio Macri y la suspensión del G20 en Argentina. ¿Hay límites en el humor? 

Ciencia en descomposición

M: Te formaste en teatro y Ciencia Política, ¿qué fue primero?

MR: Fue todo en simultáneo. Cuando doy cursos o entreno actores, lo primero que siempre transmito es que actuar se aprende actuando. Es un oficio. Por suerte hay espacios de entrenamiento y demás, pero no es un tesoro que se pueda transmitir. Es una búsqueda absolutamente errática. El campo de la Ciencia Política debería también ser un poco así.

M: Actuar se aprende actuando ¿la Ciencia Política también se aprende haciendo política?

MR: Algo así. Yo estudié en la Universidad pública, acá. La carrera de Ciencia Política fue construida al calor de la vuelta de la democracia en el 83. La mirada de eso fue absolutamente radical, una mirada muy pobre sobre lo que efectivamente ocurre en la política en el día a día, ese juego que todos conocemos de la política más práctica. Había mucha teorización, mucho énfasis en la institucionalidad. No sé cómo estará hoy, pero espero que todo eso se haya reformulado. La academia en sí debería ser reformulada.

En ese sentido, yo siempre acompaño y apoyo muchísimo las tomas. Más allá del reclamo en sí mismo, sino porque siento que las cosas más valiosas las aprendí en una toma. Hoy en día, con considerar que la academia debe volcar información sobre un receptor y dar un montón de contenidos no alcanza. Tenemos que inscribirnos en esta era de hiperinformación, en la que ese exceso de información muchas veces marea más de lo que aclara. Desde ahí necesitamos construir una Ciencia Política muchísimo más orientada a lo que pasa en esta realidad caótica. Y que lo es, justamente, porque hay paradigmas en choque.

M: ¿Y pensando en las Ciencias Sociales en general?

MR: Lo que está en descomposición es el paradigma “ciencia”: el buscar una verdad sistemática, unívoca, unificada. La búsqueda de verdad como el punto de llegada, o la defensa de algo como verdadero. Sabemos que hay tensiones. La vida digital, la masificación del uso digital, ponen tensión en la búsqueda de qué es el rol de la ciencia, y más en lo social.

M: En este contexto de descomposición del paradigma ciencia, ¿qué es para vos el sentido común? ¿Qué lugar ocupa?

MR: El sentido común es una verdad o, mejor dicho, es una discursiva que ha ganado, que se ha impuesto por sobre otras. Las disputas discursivas están en permanente lucha hasta que una logra imponerse y así colonizar y dirimir entre qué es la verdad, lo verdadero, lo válido y aquello que queda por fuera. De modo que es una discursiva que ha triunfado. En el caso del sentido común creo que obedece a ese cúmulo discursivo quizás más simple o más masificable. Porque hay muchas verdades en pugna. Entonces me parece que el sentido común es de las discursivas más masificables de las que han triunfado respecto de otras verdades en pugna.

Romper el sentido a través del humor

M: El humor es uno de tus grandes campos de batalla ¿qué haces: humor político o política a través del humor?

MR: Un poco de las dos. Ya no quiero diferenciar entre esos dos espacios, porque pienso que todo humor es político. Porque para que se produzca el fenómeno de comicidad se necesitan un montón de preceptos en común que son políticos. Para que haya un entendimiento sobre aquello de lo que nos reímos, tiene que haber un montón de cúmulos compartidos. Ahí anida un poco eso que conversábamos sobre el sentido común. Y también hoy en día hay una nueva forma de construcción de ese sentido, que también es político. Porque el humor, de alguna manera lo que permite es eso: el poner en tensión o el preguntarse acerca del sentido. Es la ruptura del sentido. 

Es una necesidad de la otredad también, porque para que un chiste sea chiste, se necesita de otro que complete la acción. Uno en soledad no puede hacer un chiste. Incluso, uno cuando se ríe de algo es en referencia a otro: una propia idea, una propia experiencia, siempre tiene que haber otro. Cuando hago un video trato de manejar distintos lenguajes para poder comunicarme con distintos intereses o distintas identidades. A algunos les causa un poco más de risa lo “clownesco” o un personaje. A otros lo que estoy diciendo. A otros el tono de voz o una mirada que hice. Lo importante es eso: la producción de sentido desde esa otredad.

M: Fuiste muy criticado a partir del fenómeno “Randall López”. Una de las críticas giró en torno a que te paras sobre “la grieta” y que lo tuyo, en ese sentido, no ayuda. ¿Cómo ves eso? ¿Aporta a la grieta? ¿Te interesa la grieta? 

MR: Para empezar, la grieta existió siempre. De modo que no la asocio a un fenómeno nuevo. Yo en gran parte soy un defensor de la grieta. Porque es la recuperación de un debate sobre cuál es la Argentina que se quiere construir, cuál es la sociedad que se quiere construir. 

Durante los 90, una de las búsquedas del neoliberalismo fue justamente esconder eso. La política como algo de unos pocos, y la sociedad civil separada: “Nosotros los mortales contra los políticos”. Por eso veo con una mirada positiva la recuperación de la vida política que hizo el kirchnerismo en la Argentina. Reivindico absolutamente la vida política, que es conflicto permanente: la realidad es conflictiva, es sinuosa. 

Lo que intento hacer con Randall respecto de “la grieta” es no confrontar con esa discursiva. Randall no pelea. Randall es ese elemento que permite un lenguaje común, que se sumerge en la propia discursiva de quien es entrevistado. No confronta, en eso hay un quiebre respecto de lo que era, por ejemplo CQC, de ir al choque. Randall es inmanente: toma las propias herramientas y las estira para ver cuál es el límite y dónde tensiona. Lo que pasa es que se llega a un límite tan absurdo, que es ahí justamente donde se produce la comicidad. Obviamente después hay estrategias, hay una edición. Hay una selección de qué se cuenta, qué no. Yo le doy un carácter militante a Randall, pero no creo que sea un fenómeno esencialmente de que “los macristas son así, los kirchneristas asá”. Es un fenómeno que atraviesa, que es traspolable a otras sociedades. Pero justamente Randall se sumerge en la propia discursiva y desde ahí lo que busca es reproducir ese sentido para llevarlo a un absurdo.

M: En la lógica de la grieta, que no es una patente argentina, jugar con lo que es blanco o es negro también es jugársela a que, como está pasando ahora, en algún momento estás de un lado, y en otro estás del otro lado

MR: Es que no son campos estáticos. No es blanco o negro. Si vemos blanco o negro y vemos Boca o River, estamos viendo únicamente los resultados. Acá lo que nos interesa en realidad, la verdadera grieta, es qué modelo de sociedad queremos o de qué manera se responde a ciertas preguntas políticas más allá de lo partidario. Por ejemplo, cuál va a ser el posicionamiento respecto a las minorías: las vas a combatir o las vas a eliminar. Desde dónde se va a construir el campo político. 

Yo defiendo un campo político que se ha construido desde el populismo. No intentar inscribirse en la voracidad que tienen estos poderes fácticos de derrapar con absolutamente todo. Ahí sí hay una grieta efectiva: no en si vos sos de tal cuadro, o de tal color, o si votás a tal partido, sino en la pregunta por desde dónde se construye el espacio político: qué hacemos con las minorías, porque acá el problema es este. La realidad no es estática, está en permanente movimiento y esa pregunta va cambiando. Bueno ahí hay otra pregunta: vas a defender valores estáticos que se dieron en un momento, vas a reproducir las condiciones de esa verdad. O vamos a ver de qué manera se construye otro mundo posible.

M: ¿Crees que podes llegar a hablar de cualquier tema a través de tus personajes? ¿O hay algo que preferís no abordar?

MR: Elijo no hablar sobre ciertos temas y hay otros sobre los que desconozco y no me da para hablar. Con el humor podes jugar con la impunidad de hasta hacer un chiste sobre un tema sin conocerlo.

M: En una entrevista, Pedro Saborido nos habló sobre los límites del humor. Decía que en la Argentina hay consenso sobre un tema que todavía no puede abordarse desde el chiste: los desaparecidos. 

MR: El límite del humor es aquello que no te podés bancar ideológicamente por las implicancias que tiene. No hay una respuesta estática sobre qué se puede hacer un chiste y sobre qué no. Si vos te podes bancar ideológicamente el chiste que estás haciendo, perfecto. Ese es un límite propio, el propio código de valores. El problema viene después, cuando se dice “fue solamente un chiste”. Cuando se escinden ya están soltando la manija, porque rompen el propio fenómeno que construyen. 

M: ¿Cuál es la furia de Martín Rechimuzzi?

MR: En realidad no soy una persona furiosa. Mis locuras van por otro lado, van más por la angustia. Proceso más por ese lado. Con el tiempo aprendo a exteriorizar, con mucha terapia, empatía y este espacio radial que nos invita a ser tan vehementes al menos. 

Me molesta mucho el no hacerse cargo. La cuestión de la responsabilidad: hacer algo y no responsabilizarse por eso. El escindirse. Tampoco digo que tenga que ser siempre así. Pero sí es algo que a mí me pasa, a mí eso me enoja, me enerva.

M: ¿No te escindís de ninguno de tus personajes?

MR: No.

M: ¿Tiene que ver con una idea de coherencia?

MR: Sí, pero eso también es una trampa. A mí me pesa mucho la búsqueda de coherencia. Por un lado abogo por lo que está en movimiento, lo que se arma de una manera, pero la coherencia te sujeta a algo que ya pasó. El espacio político nunca es coherente. El kirchnerismo no fue coherente. Sí estuvo sujeto a valores muy nobles, a búsquedas emancipatorias. Esa pretensión totalizadora de coherencia es muy onerosa. Sin embargo, me enoja.

Por eso yo no podría ejercer un cargo político. Me inscribo en otra parte. Acompaño a quienes tienen el estómago, acompaño enormemente a quienes se pueden bancar eso. Yo la miro a Cristina que se saca una foto con Moyano, alguien que le jugó tan en contra, porque en el 2013 no pudo meter unos miseros candidatos en una boleta. Tiene esa capacidad. Reconozco y entiendo que como líder puedas hacer eso y te voy a acompañar. Sin embargo yo no puedo. Me parece hasta sano e higiénico que existan esas tensiones. Sino caemos en un sentido monolítico.

Coyuntura política: la calle como escenario de respuestas

M: ¿Qué pensás sobre la dirigencia y la clase política actual?

MR: Yo no creo que haya una clase política. Me parece que asistimos a un movimiento permanente. Sí hay dirigentes, hay partidos. Muchos dirigentes no están a la altura de comprender las tensiones que se viven en estos cambios. Me parece que hay algunos dirigentes que siguen pensando en reproducir formas que en cierto momento sirvieron. 

Por ejemplo, tengo discusiones con algunos dirigentes cuando hablan de la categoría “trabajadores”, del peronismo como defensor de los trabajadores: ¿quiénes son los trabajadores hoy en día? Porque la imagen sigue siendo la de los obreros con el overol, y no sé si efectivamente sigan existiendo. O si los propios trabajadores se autoperciban trabajadores. La clase media no se percibe como clase de trabajadores, a pesar de que asiste a condiciones de vida que tienen que ver con los trabajadores y no con quienes poseen los medios de producción. Hay una necesidad de rever categorías y, desde ahí, la escasísima respuesta que yo ofrezco es nuevamente mirar a la calle. Esta búsqueda de construcción de los espacios no se puede dar en las oficinas. 

Se apela a la unidad. ¿Quiénes forman parte de esa unidad?: los dirigentes que quieren volver a obtener una tajada. En realidad la unidad tiene que reunirse de cara a lo que pasa en la calle: las universidades tomadas, el feminismo, un montón de nuevas demandas que se interponen, que aparecen, que afortunadamente adquieren grados de conciencia. Desde ahí hay que volver a encadenar el espacio político.

M: ¿Te tratan mucho de posmoderno dentro del peronismo?

MR: Sí, por supuesto. Sin embargo, tengo superadas esas acusaciones. Tampoco me interesan los ataques de trolleo. Entro en el juego porque hay que pavear un poco, pero no me parece que en un ataque de Twitter esté el problema de la Argentina. No me parece que tenga nada que ver con una inscripción en las problemáticas actuales.

M: De cara al 2019: ¿cómo ves el escenario? ¿Hay posibilidad de que alguien nos vuelva a representar de este lado?

MR: Ojalá. Es muy incierto y más que búsquedas de representantes abogo por decir: “momento, preguntemos ¿cuáles serían las condiciones de posibilidad de un gobierno en el 2019?”¿Con qué foto se va a encontrar el gobernante que sea? Porque en el 2020 va a haber un escenario de default dificilísimo. Quien sea, se va a encontrar primero con la Sociedad Rural y con Clarín absolutamente fortalecidos y con demandas extravagantes. Después de eso, con la clase política y con las tensiones que suponen. Entonces vamos a ver qué se puede hacer ahí. 

Lamentablemente vamos a tener que hacer un duelo del “vamos a volver”, de suponer que en Octubre se terminan las elecciones y listo, volvimos al 2015. Yo empatizo con eso todo el tiempo. El “vamos a volver” es un canto que se impone. Pero vamos a volver, ¿a dónde?, ¿quiénes?, ¿con quién?, ¿cómo? Al menos nosotros formulemos más preguntas que respuestas. Que los dirigentes políticos busquen la respuesta, que se ocupen de armar esas respuestas mirando a la calle.

Todavía sigue muy vigente la idea de “nosotros tenemos la calle”. Fui a muchas marchas contra Macri y parecía que era la última y “Macri se va en helicóptero”… y Macri no se va en helicóptero. No se fue con nada y parecería que no se va a ir. Hace unos días como respuesta a un paro dijo “I’m ready to run”.

M: ¿Cómo ves el campo de la militancia?¿Cómo te desenvolvés en ese terreno?

MR: Camino mucho, recorro colegios tomados porque me interesa, porque ser militante es eso. Estoy en las manifestaciones y voy al asado de un dirigente. A ver qué es lo que pasa, qué se escucha y cómo se traducen políticamente esos fenómenos.

M: ¿Ves algún desplazamiento generacional? ¿Qué lugar ocupan las y los jóvenes?

MR: No tengo militancia en un espacio como La Cámpora porque tampoco tengo esa capacidad de estar en territorio. Pero sí defiendo a todos los movimientos, a toda experiencia de empoderamiento, y ese fue un gran lugar de empoderamiento de los y las pendejas. Darle la bienvenida histórica a muchas clases que sino no hubiesen participado en la vida política, tanto La Cámpora como Nuevo Encuentro, como la vastedad de organizaciones que pudieron recomponer la vida política en la juventud.

M: ¿Cómo atraviesa el feminismo todo esto? ¿Crees que el feminismo tiene algo para decir, hacer?

MR: Sí, por supuesto. El feminismo está en todo. Para mí, el vigor que ha tenido es producto de la politización que hubo en el último tiempo. Me parece positivo que eso suceda. Además tiene muchos valores que lleva adelante la militancia y que los dirigentes políticos deberían imitar. El feminismo que se politiza y la política que se feminiza: me parece que son terrenos muy fértiles de construcción.

M: ¿Te identificás con alguno de estos conceptos: “hombre feminista” o “macho en rehabilitación”?

MR: Con ninguno de los dos.

M: ¿Cómo te definirías entonces? ¿”Adherente”? ¿”Compañero”?

MR: Algunas feministas hablan de “aliado” pero suena a que vinieras de otro mundo, que estuvieras afuera. Que todo tenga que tener un nombre es una búsqueda muy de esta época. 

Con el feminismo aprendo muchísimo, escucho, trato de incorporar. Hay muchas cosas que no me salen. Algunas cuestiones que me parecen relevantes para que los varones podamos aportar son la licencia por paternidad, acompañar a las vigilias por el acceso legal al aborto. Cuando hay un paro de mujeres me parece que no hay que ir porque justamente se busca visibilizar ciertas cosas. No me gusta lo de los hombres feministas. Los posiciono más como un brandeo de “vamos a coger”. ¿Sabés todo lo que esto quiere decir?, ¿sabés todo lo que esto implica? Probablemente no. Entonces bajá un poco el copete ¿Qué es lo que tenés para decir? Tenés más para escuchar que para decir.

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