“Al fin y al cabo, todo el mundo trabaja 

para todo el mundo. 

No podemos prescindir de nadie”

Aldous Huxley “Un mundo feliz”1969

No enamorarnos fácilmente de los paliativos frente a la emergencia

La transición del trabajo presencial al teletrabajo en un contexto de emergencia no debe analizarse de manera fragmentada. No podemos dejar de lado cómo se transforma esa actividad, si es que se transforma. En algunos casos es un mero cambio de espacio, pero no podemos asumir que esto es homologable a todas las actividades que se convirtieron al teletrabajo. Esta transición masiva responde a un contexto de emergencia, e indudablemente va a dejar huellas en la forma de organización laboral.

Un ejemplo claro es la docencia. No puede asumirse que es trasladable, sin modificar ninguna característica intrínseca de la actividad, de la presencialidad al teletrabajo. Hay que observar cada una de las transiciones, no da lo mismo la docencia presencial que por medios digitales. 

Insisto en no enamorarnos fácilmente de las posibilidades que pueden ser un buen paliativo frente a la emergencia. No necesariamente son un reemplazo deseable de otras formas de relaciones sociales de producción.

Espacio ¿físico, virtual, público o privado?

El teletrabajo inevitablemente invade la privacidad porque está inserto en el espacio privado doméstico y no hay forma que así no sea. Prender una cámara en el espacio de una vivienda particular implica una exposición de la privacidad que inevitablemente va a existir. Así como existe la extensión de la jornada de trabajo por fuera del contrato de trabajo. 

En la presencialidad, si un trabajador debía quedarse luego de hora para completar los objetivos exigidos era visibilizado en el espacio físico. Ahora, el teletrabajador si no cumple con los objetivos sigue trabajando y esas horas pasan inadvertidas. 

Mecanismos distributivos de la riqueza

Esta nueva dinámica en el espacio doméstico implica otras relaciones capital-trabajo. El trabajador, incluso cuando las normativas obligan a que se le provean las herramientas de trabajo, siempre está ahorrándole capital al empleador, por estar en el mismo lugar donde vive.  

La idea de virtualidad nos hace perder de vista la materialidad que hay en torno a las posibilidades de sostener esa situación de teletrabajo. ¿Qué pasa cuando en el domicilio del empleado no hay un espacio físico dispuesto donde se pueda desarrollar ese teletrabajo? Y si lo hay, es un espacio físico que fue económicamente sostenido por el trabajador.

En esta transición de lo excepcional a lo masivo, debemos despejar la idea de que el teletrabajo, por estar en el espacio doméstico, es necesariamente más favorable, más cómodo y conveniente para el trabajador, sin pensar en las conveniencias que tiene para el empleador, que parecen ser las menos nombradas.

Infraestructura vs. vasos de café

En términos de distribución de la riqueza se ha hablado mucho de cuánto el trabajador ahorra al no tener que trasladarse, no tener que vestirse de determinada manera o comer fuera de casa. 

Existe una  dispersión del capital y el ahorro en infraestructura por parte de las empresas que no está debatido en términos distributivos. No se está mencionando qué se debería hacer con ese dinero que ahorran los empleadores. Se ha mencionado mucho más cuánto nos ahorramos los trabajadores en comprar vasos de café de camino al trabajo que cuánto ahorran los empleadores en infraestructura. No se está discutiendo cómo se piensa la riqueza en esos términos.

Brechas significativas

La desigualdad a la hora de teletrabajar no es solo en términos de brecha digital, incluye también una brecha social mucho más compleja como lo es la heterogeneidad de los hogares en cuanto al acceso a la conectividad, los servicios que llegan a los barrios, entre otras problemáticas.

Las  brechas significativas existen en función de las características de los barrios y la convivencia barrial. El empleador del mismo modo que evalúa y juzga, por ejemplo, en función del domicilio esta asociación entre ciertas pertenencias sociales y el lugar donde un trabajador vive, se pueden profundizar en función de un contrato de teletrabajo en donde el empleador va a dejar bienes de capital propio. 

Puntos controvertidos sobre el debate de la ley del teletrabajo.

La rapidez del debate

Inquieta la premura con la que se está debatió la ley de teletrabajo en un contexto de emergencia dónde se requiere mayores niveles de planificación. Se necesita pensar desde las propias prácticas del Estado, el productor de esta normativa, y rever cuántas de estas prácticas que propone en una ley se están cumpliendo y cuáles son irrealizables. También se debe pensar qué derechos de los y las trabajadores están siendo vulnerados en un contexto histórico y no solo en términos de teletrabajo. 

La espacialidad

La ley plantea que el teletrabajador puede revertir su puesto de teletrabajo y volver a realizarlo de forma presencial, para ello el empleador debe mantener un espacio físico para todos sus trabajadores a distancia. Y esto genera preocupaciones respecto a su factibilidad. En términos de racionalidad económica se exige a la empresa una permanente sobrecapitalización para cumplir con este derecho que le corresponde al trabajador. Este tipo de exigencias, casi impracticable, sugiere la escasa reflexión a la hora de producir normativa y el escaso conocimiento de cómo funcionan los sectores productivos que podrían quedar regulados bajo esta ley. 

Crear puestos de teletrabajo

La ley también expone la posibilidad de crear nuevos puestos de trabajo que sean exclusivos de teletrabajo. Y en términos de las existencias físicas de la empresa, es decir, en términos de capital, puede resultar muy conveniente para la empresa. Debido a que la provisión de las herramientas de teletrabajo por parte del empleador para que los empleados posean su oficina en su casa no deja de estar condicionada a la infraestructura previa que el teletrabajador posee previamente en su hogar. 

Dime qué tan rápido nos ponemos de acuerdo y te diré a quienes estamos invisibilizando

En las ciencias sociales los largos disensos son muy preocupantes,empero, no por ello debemos enamorarnos muy rápido de los consensos, deberíamos poder desconfiar también. 

Para citar un ejemplo, en 1905 se discutía el primer código de trabajo en Argentina, el cual  no fue aprobado, las tensiones entre lo que demandaba el capital y lo que demandaba el trabajo no confluyeron a un consenso. 

Dos años después,  se sancionó la ley de trabajo de mujeres y menores,estos dos sujetos en una misma normativa  no es una casualidad, y sobre esta ley no se generó la conflictividad que generó el primer código de trabajo en un mismo contexto socio-económico llegando a un rápido consenso.

 En definitiva, existen determinados intereses del sector del capital que no resultan afectados de manera sustancial y determinados sectores de trabajadores que les resulta muy conveniente pensar en una normativa de trabajo que excluya del mercado laboral a determinados sujetos sociales. 

Exclusión social y acceso al mercado laboral 

En la medida en que podamos disminuir la brecha digital y la exclusión social, tenemos más posibilidades de incorporar mayores sectores sociales a la situación de teletrabajo. 

Ahora bien, con el escenario actual de emergencia, la transición masiva a la digitalización de diversos servicios no hace más que profundizar esas exclusiones preexistentes. Hoy, incluso la educación pública está sostenida por recursos privados de los docentes. Lo mismo ocurre con los estudiantes que tienen o no posibilidades de conectarse, sosteniendo una infraestructura material de bienes y servicios necesaria.

Por lo tanto, una transición a la digitalización sin tener en cuenta estas desigualdades preexistentes profundiza la desigualdad. 

Movilidad de los trabajadores: el futuro del trabajo y las nuevas formas de discriminación

Una preocupación que existe dentro de los estudios sociales del trabajo ocurre por la contratación de trabajadores extranjeros y la contratación de teletrabajadores locales por parte de compañías extranjeras. 

Por un lado, se prevé la contemplación para la contratación de la normativa más favorable en el caso de los trabajadores locales. Aquello es una cuestión bastante compleja, en términos de cómo intervienen los Estado Nación en las empresas transnacionales, cuáles son sus capacidades y limitaciones para regular el accionar de empresas que trascienden el espacio territorial. 

Por otro lado, aparece la contratación de trabajadores extranjeros mediante determinados cupos. Esto abre las puertas a viejos prejuicios respecto de la migración y la movilidad de los trabajadores porque la movilidad del capital nunca fue cuestionada,ni simbólica ni normativamente pero la movilidad de los trabajadores sí generando nuevas formas de discriminación y exclusión. 

Personas mayores y personas con discapacidad en la digitalización 

¿Qué pasa con las personas mayores? En las primeras etapas del proceso de inscripción de vacunación, sin acceso a la digitalización era imposible acceder. No había mecanismos amigables que consideraran, en primer lugar, las cuestiones materiales:el acceso que tiene una persona mayor al servicio de internet.

En un relevamiento del año pasado sobre las condiciones de las trabajadoras de casas particulares en pandemia, una cantidad relevante de las trabajadoras no había podido acceder al IFE porque no sabía cómo gestionarlo. Esto sólo profundiza las desigualdades.

Otro ejemplo es el trámite del certificado único de discapacidad (CUD) el derecho al transporte gratuito lo tenía que iniciar de manera digital. Marcando las desigualdades incluyendo en términos afectivos. 

Estos procesos  están vinculados a la sostenibilidad emocional que requiere transitar por alguna de esas solicitudes de protección. Aquí el rol del trabajador no se reduce a cumplir una serie de funciones burocráticas también hay  funciones vinculadas con el trabajo emocional son el trasfondo que facilita la inclusión y el acceso.

Escolaridad y brecha digital

En la medida en que podamos disminuir la brecha digital y la exclusión social, tenemos mayores posibilidades de incorporar mayores actores sociales a la situación de teletrabajo. s. Una transición a la digitalización sin tener en cuenta estas desigualdades preexistentes profundiza aún más las diferencias sociales y es algo que en los niveles obligatorios de  educación se intensifica. En el caso de la docencia en el nivel inicial y en el ciclo básico es donde aquello se evidencia con mayor claridad.

Y vos ¿Lees ciencia ficción o teletrabajas? Ambos reproducen desigualdades

A Romina Cutuli le interesa la ciencia ficción. Le parece muy pertinente las representaciones sobre las utopías y las distopías que son posibles en cada momento social. En particular, algunas utopías respecto de la absoluta digitalización y cómo estas no pueden despegarse de determinadas desigualdades intrínsecas a la estructura social que se conforma desde el momento en que esos imaginarios se reproducen. La doctora en ciencias sociales nos ofrece ejemplos muy relevantes.

 En  “Los supersónicos” existe el teletrabajo, la telemedicina y  la educación a distancia pero sigue existiendo un varón proveedor y una mujer ama de casa. Hasta el robot doméstico es femenino. Aquí se ve como puede ser para determinadas utopías digitales mucho más factible pensar en autos voladores que en una sociedad más igualitaria. 

Podemos imaginar viajes espaciales, podemos imaginar trascender un montón de fronteras y reproducir aún así desigualdades preexistentes.

No se puede construir un mercado de trabajo igualitario sí las tareas de cuidado no lo son

Para que las trayectorias laborales de las mujeres no se vean perjudicadas debido a las tareas de cuidado, estas tienen que estar distribuidas socialmente de otra manera, ya que difícilmente no impacte en las carreras laborales de ellas. El problema  reside en cómo hacemos para disociar determinadas tareas. Es fundamental que esos derechos sean cuidados del colectivo trabajador y no derechos de cuidado de las mujeres. En definitiva, la cuestión es que el cuidado aparece siempre en el espacio productivo, empero este nos impide ser del todo productivos tal como el mismo espacio productivo lo necesita. 

La carga emocional y mental afecta la trayectoria laboral, desde la formación para el trabajo hasta el modo en que se va desarrollando las tareas y los tiempos de descanso. 

Más allá de las experiencias particulares, las mujeres son trabajadoras que llegan a la jornada laboral más cansadas que los varones, por haber desarrollado las tareas de cuidado, fuera o en superposición con la jornada laboral. Entonces, no se puede construir un mercado de trabajo igualitario, si el espacio de lo doméstico y de lo social no lo es. 

 También hay que asumir que el cuidado  molesta a la producción y por lo tanto, cuanto más recluida en el espacio de lo privado está, más escondida, menos obstaculiza el resto de las actividades que estos sujetos hegemónicos queremos desarrollar.

Vos tuviste hijos, arréglate

La exclusión de niños y niñas de un espacio público de consumo, existe y está asociada a cómo concebimos el cuidado. Como si la sociedad nos dijera “vos que tuviste hijos arreglate” y no como una cuestión de solidaridad intergeneracional, que nos impone pensar: cómo resolvemos el cuidado de los sujetos dependientes, socialmente y no individualmente. Porque, aparte la cuestión de la resolución individual tiene escasos mecanismos solidarios con las personas responsables con el cuidado. Así como los escasos  mecanismos con las personas que necesitan cuidarse.

En definitiva, somos todos y todas a lo largo de diferentes momentos de nuestra vida. Si soltamos a cada individuo a la suerte de cada familia que le tocó y las posibilidades que tiene esa familia, estamos individualizando de manera muy intensa los modos en que cada quien accede al cuidado, otras formas de profundizar las desigualdades

Necesitamos, creo yo, cambiar de manera radical la manera en que concebimos el cuidado para que éste no sea un problema para la producción. 

Niñez: sujeto peligroso

El año pasado fue necesario que el Estado se pronunciara, bastante tardíamente, para que se flexibilizaran ciertas normas. Se pronunció sobre las personas que tuvieran niñas y niños a cargo puedan hacer las compras esenciales en compañía de ellxs. El 80 % de los hogares monoparentales, la mayoría monomarentales, estaban haciendo malabares para poder hacer las compras esenciales y compatibilizarlos con el cuidado. 

Convivían con esta segregación, la completa exclusión de los niños y niñas del espacio público e impidiendo que bajo ninguna razón pudieran ocuparlo. Se representa a la niñez como un sujeto peligroso. Aquello da lugar a la profundización de determinadas segregaciones que ya se venían avizorando y que determinadas necesidades impuestas por el contexto de crisis sanitaria nos llevan a pensar cuáles son las prioridades. Todos los debates en torno a la transición a la virtualidad y a la presencialidad en la escuela, atraviesan también estas cuestiones y una serie de representaciones en relación a los derechos de la niñez, cuando elegimos que debemos sostener y que debemos resignar. En un contexto de emergencia sanitaria, estamos jerarquizando la importancia de aquello que puede parar y lo que no y parece que lo que siempre nos esforzamos en sostener es la producción de la riqueza, mientras que relegamos otros aspectos de la vida pública.

*En el marco del Taller de Investigación sobre Mundos del Trabajo, se realizó una entrevista a la Dra. Romina Cutuli, especialista en teletrabajo. En esta nota se recuperan algunos de los puntos más destacados.

Romina Cutuli es doctora en Historia, investigadora de CONICET y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es especialista en historia del trabajo, autora del libro “Del trabajo a la casa… Mujeres y precarización laboral en la industria pesquera marplatense”, Mar del Plata: Eudem, 2019, y coautora (con Inés Pérez y Débora Garazi) del libro “Senderos que se bifurcan. Servicio doméstico y derechos laborales en la Argentina del siglo XX”, Mar del Plata, Eudem: 2018.

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