¿Cómo se conjugan migración y participación política? En este artículo, el autor analiza el caso de la agrupación de migrantes bolivianos GEA  corriéndose de la perspectiva clásica de la ciudadanía, ligada a la idea de nacionalidad y al supuesto de la homogeneidad cultural. Y así incorpora el rol de la migración, asumiendo no sólo la persistencia de la condición de ciudadano en el país de origen sino también la adquisición de derechos y obligaciones en el país de recepción. Esta mirada habilita múltiples formas de participación política y coloca a los colectivos migrantes en un papel protagonista a la hora de pensar la “Patria Grande”.

T. H. Marshall define el concepto de ciudadanía de acuerdo con dos características principales. Por un lado, como el conjunto de derechos civiles, políticos, sociales y, por el otro, la noción de la igualdad donde la ciudadanía se define como el estatus que le otorga derechos y obligaciones a los individuos. Mientras, para el autor José Francisco Parra, nacionalidad invoca a una descendencia cultural o étnica común e incluso tribal. Saskia Sassen por su parte, sintetiza: “la ciudadanía se limita generalmente a la dimensión nacional, mientras que la nacionalidad alude a la dimensión legal internacional en el contexto de un sistema interestatal” (Sassen, 2003, 110). De esta manera, aunque relacionados, nos encontramos frente a conceptos distintos: mientras “nacionalidad” alude a una “descendencia” con características comunes y enmarcada en la regulación legal internacional; la “ciudadanía”, en cambio, hace referencia a derechos y obligaciones de quienes son miembros de una misma comunidad política.

Ésta visión clásica de la ciudadanía y la nacionalidad se sostiene en la obtención de una lealtad exclusiva al Estado-nación por parte de los miembros de ese Estado, quienes comparten características comunes, lengua y religión, entre otros. Parra señala que a esta idea de lealtad exclusiva y homogeneidad cultural se la ha cuestionado por no tener en cuenta el rol de las minorías étnicas, de los movimientos sociales, de los inmigrantes. El transnacionalismo se encuadra dentro de estas vertientes críticas, recuperando el rol de las migraciones. Por un lado, supone una no pérdida de la ciudadanía de origen al emigrar, es decir, una continuidad en la pertenencia a ese colectivo, a ese Estado de origen y, por otro, la adquisición de derechos y obligaciones en el país de recepción. Así, se abren las puertas a distintos tipos de participación política en ambos polos de la migración: la extensión del voto a los ciudadanos en el exterior y el otorgamiento del derecho al voto a inmigrantes por parte de los Estados de recepción son algunos ejemplos.

Las nuevas formas relacionales que fomentan los avances en los transportes y de los medios de comunicación generan la posibilidad de contactos cotidianos entre emigrados y sus países de origen. (…) Surge la idea de una doble lealtad, ya no un obstáculo para la integración en la sociedad de acogida, sino más bien una forma de garantizarlaLa posibilidad de la participación política de los migrantes en los países de recepción ha existido en distintos momentos históricos, aunque es con las nuevas formas relacionales que fomentan los avances en los transportes y en los medios de comunicación que se genera la posibilidad de contactos cotidianos entre los emigrados y sus países de origen (Calderon Chelius, 2006). Así, se facilita la posibilidad de participación en el país de origen y ya no sólo en los países de recepción. Surge entonces la idea de una doble lealtad, ya no un obstáculo para la integración en la sociedad de acogida, sino más bien, dejando de lado el monopolio de lealtad al Estado de origen, una forma de garantizarla (Lafleur, 2012; Portes, Guarnizo y Landolt, 2003).

Entre abril y noviembre de 2016 realicé trabajo de campo en la agrupación de migrantes bolivianos Generación Evo Argentina (GEA). Generación Evo surge durante 2014 ante la necesidad de organizar a la juventud en Bolivia, al mismo tiempo se organizan en distintos países con la misión de organizar a los jóvenes bolivianos en el exterior. En el caso de GEA su nacimiento se da al mismo tiempo que Generación Evo se organizaba en Bolivia, hoy una de sus referentes más importantes es la diputada Valeria Silva. Fernando, militante de la agrupación, llegó de Bolivia con la intención de cursar la carrera de Ciencias Políticas en la UBA y hoy, ya licenciado, se encuentra trabajando en la Embajada de Bolivia en Berlín como Secretario Encargado de Asuntos Consulares. Explicando el surgimiento de GEA, decía:

”Nacimos con las elecciones de 2014 pero intentamos que no se quede en algo eleccionario, Bolivia nos había expulsado y Argentina no nos reconocía, hoy vivimos un tiempo histórico distinto y eso debemos aprovechar en esta coyuntura e intentar fortalecer la agrupación con una política fuerte, debemos tener bases fuertes en bolivianos e hijos de bolivianos teniendo en cuenta que la forma de fortalecernos es participando, votando”.

El nacimiento de la agrupación se da en las elecciones presidenciales de 2014, durante la segunda campaña presidencial de Evo Morales, pos sanción de la leyes de 2009 y 2010 que permitieron a los bolivianos el voto en el exterior. Fernando expone una tensión en el reconocimiento, donde por un lado se encuentra una Bolivia que expulsa y por otro una Argentina que no los reconoce. Para él, esta tensión se resolvería con una fuerte participación política de los inmigrantes bolivianos y de sus hijos, utilizando el voto como instrumento de cambio. Giovanna, una de las fundadoras de la agrupación, respecto al voto como instrumento, va un paso más adelante y propone:

“Somos muy numerosos y hasta podríamos elegir o torcer la elección de Jefe de Gobierno, somos muy importantes y muchos de los que vinieron -de Bolivia-, ya no van a volver y apuntamos al empadronamiento…”.

De este modo, la participación política involucra a los dos países: por un lado la militancia en las distintas elecciones bolivianas y, por otro lado, una militancia por el empadronamiento para ejercer el voto en la ciudad donde, por ser la segunda colectividad en importancia, podrían hacer sentir su peso como electores con posibilidad de “torcer” una elección.

Sin embargo, esta construcción de una militancia con implicancias en los dos países y donde se compromete la participación de bolivianos y sus hijos, no transcurre sin conflictos. Respecto a una discusión con militantes de otra organización, Neli relataba:

“Él decía que no tenemos derecho a ser parte de una organización de bolivianos porque mi compañero Leandro no es boliviano, es HIJO de bolivianos. Entonces le dijo “vos no tenés derecho, si vos no sos boliviano” y yo me le re-enculé “perdoname, le digo, mis hijos son argentinos, pero son bolivianos, le digo, tienen mi sangre, son… tienen todo el derecho de ser, de decir que son bolivianos también”; “No, pero que eso no es cierto y que qué sé yo”. Le digo “vos estás discriminando a la gente” le digo, “vos lo que tenés que hacer es incluir, entre todos la construcción es la latinoamericana, es la Patria Grande”.

Este hecho contrastaba con su experiencia en Bolivia, atravesada por la emoción y la sorpresa; se trataba de su primer viaje a Bolivia luego de que llegara a Buenos Aires a los tres años de edad. Durante nuestra charla Neli se emocionaba al recordar los agradecimientos que le dedicaron sus compañeros de La Paz y señalaba el extrañamiento de sentirse “como si estuvieras acá a la vuelta de la esquina,  viste, no es como que estás a veintipico de horas de acá…”. Recién llegada para asistir a la asunción de Evo Morales, se encontró con sus compañeros en Bolivia: “Nosotros estábamos contentos por ir, no sé, nos emocionamos nosotros por estar en el lugar donde estamos y ellos nos veían y se… y lloraban y nos abrazaban, ‘gracias por venir’. Y nosotros quedándonos así, pero cómo no íbamos a estar, era como muy raro, viste y ellos estaban más emocionados que nosotros”.

Neli expone la necesidad de “la construcción latinoamericana” y “la Patria Grande”. De esta manera aparece, por un lado, la tensión existente dentro de la colectividad entre los nativos bolivianos y los hijos, donde los primeros tendrían ciertos derechos a los cuales los segundos, por no haber nacido en Bolivia, no debieran tener acceso. Una cualidad de este agrupación es que está formada tanto por bolivianos nativos, hijos o segunda generación y los llamados generación uno y medio, los llegados al país de recepción desde muy niños (Gavazzo, 2010). Por otro lado, esto contrasta con la experiencia en Bolivia, donde los tiempos y distancias se acortan “como si estuvieras a la vuelta de la esquina”.

En el fortalecimiento de los lazos con Bolivia, los participantes de GEA legitiman su reclamo de reconocimiento como bolivianos, pero también como “constructores” de la Patria Grande. La posibilidad de enfrentar dos realidades, la boliviana y la argentina, los sitúa en un lugar preponderante en ese discurso latinoamericanista y transnacionalAsí es como observamos una fluida relación entre ambas agrupaciones: a encuentros en Bolivia como el de este relato, se suman la visita de miembros de Generación Evo Bolivia a Buenos Aires, la intermediación de la diputada Valeria Silva para acceder a una entrevista con Evo Morales, publicaciones de notas de los militantes GEA en la revista Cuadernos G editada por su agrupación hermana en Bolivia, entre tantos ejemplos. Entonces, mientras en Buenos Aires pueden aparecer ciertas discusiones respecto al “ser” o “no ser” boliviano en el exterior; en la relación con Bolivia se estrechan lazos por medio de esos viajes, encuentros y publicaciones. En este fortalecimiento de los lazos con Bolivia, los participantes de la agrupación legitiman su reclamo de reconocimiento como bolivianos, pero también como “constructores” de la Patria Grande. La posibilidad de enfrentar dos realidades, la boliviana y la argentina, los sitúa en un lugar preponderante en ese discurso latinoamericanista y transnacional.

A los vientos antiinmigración hay que oponerles investigaciones, debates, construcción de conocimiento sobre esos otros y desde allí pasar al reconocimiento. La posibilidad de participación bi-nacional otorga herramientas para el recorrido de ese camino. La aparición de organizaciones de inmigrantes como GEA, el Movimiento 138 en el caso de inmigrantes paraguayos o el caso de los brasileños Coletivo Pasarinho, las movilizaciones denunciando el carácter represivo del decreto 70/2017 de los colectivos de inmigrantes bajo los lemas Migrar es un Derecho y Migrar No Es Delito alientan esa lucha por el reconocimiento desde el interior mismo de la inmigración en Argentina. Visibilizar, acompañar estas acciones es un imperativo cuando nos enfrentamos a la criminalización y represión de la minoría migrante.

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