Los trabajadores se topan una mañana con la puerta de la fábrica cerrada. Algunos salen a buscar empleo. Otros deciden entrar, aprenden y resuelven sobre la marcha. El cientista social se acerca, mira, interviene. ¿Cómo y de qué forma? Este artículo propone un ejercicio de profunda (y quizás incómoda) autocrítica sobre las anteojeras puestas para comprender las experiencias de los trabajadores. ¿Qué efectos pueden tener sobre el mundo ciertos modos de mirarlo?

 

Un día cualquiera, luego de cinco o diez años o más, al llegar a la fábrica los trabajadores encuentran las puertas cerradas. Sin carteles de ningún tipo suponen lo peor. Algo desorientados, con muchos rumores circulando, se enteran que la fábrica está en quiebra y ellos sin trabajo. Gran parte de su mundo, el que conocían hasta hace horas, cambió. Y más, dejó de existir sin ninguna posibilidad de solución. La información que circula es desconcertante, nadie sabe si van a cobrar algún tipo de indemnización. Nadie puede localizar al patrón. Ni operarios ni administrativos saben muy bien qué está pasando. Una de las pocas certezas es que la situación sólo puede empeorar. Así pasa el primer día. Transcurren las horas. A la incertidumbre se suma la desesperación, el escenario se vuelve sombrío. De los 150 trabajadores la mitad decide buscar otro trabajo, la mayoría no posee ahorros y necesitan plata urgentemente. Es el quinto día y entre los que quedan, de alguna manera, deciden entrar a la fábrica, empezar a producir e intentar comercializar sus productos. Tienen que aprender muchas cosas, esas que no hacían. Al mismo tiempo, los rumores acerca de que la policía puede entrar a sacarlos se hacen cada vez más fuertes, por eso resuelven quedarse a dormir en la fábrica. Siguen alertas, los trabajadores saben que para muchos ellos están cometiendo un delito.

Esto es solamente una pequeña descripción. Con diferencias según los casos de lo que pasó en muchas fábricas de nuestro país hace no muchos años y de lo que en menor medida pasa en nuestros días. Difícilmente se pueda transmitir con palabras semejantes escenarios, escribir la desesperación que conlleva haberlo perdido todo o redactar los primeros asfixiantes y agotadores días y los intentos por sobrevivir.Lo bueno y lo malo

Todos tenemos ideas acerca de lo bueno y de malo, miramos y habitamos el mundo más o menos a partir de ellas. Algunos les ponen nombres a estas ideas, se preocupan por rastrear sus orígenes, sus modificaciones a través del tiempo y muchos otros aspectos. A otros, todo esto, les importa realmente poco. Entre los que les ponen nombres a estas ideas tenemos a los cientistas sociales, que algunas veces además de tener sus propias ideas acerca de lo bueno y de lo malo tienen como unas segundas ideas acerca de estas cuestiones que llaman “marco teórico”. Entre todos estos algunos hacemos y se hacen mundos. Un mundo posible es el de la economía popular, que en este texto llamo, caprichosamente, a las actividades económicas llevadas adelante por lo que comúnmente conocemos como sectores populares.El relato inicial trata acerca de las fábricas recuperadas. A grandes rasgos y diciéndolo rápidamente, son aquellas en las que, luego de haber sido cerradas por diversos motivos, los trabajadores deciden tomar el control empresario y seguir con las actividades comerciales. La pregunta que posiblemente pueda enlazar las ideas de las ciencias sociales sobre las fábricas recuperadas es aquella que interroga los efectos que algunas ideas tienen sobre algunos fenómenos. La pregunta es ¿qué efectos tienen o pueden tener algunos modos de mirar el mundo sobre aquello que miramos? La mirada de la que hablo es la de las ciencias sociales.

“La insistencia en ver en las empresas recuperadas una solución o alternativa al capitalismo, los irrefrenables deseos de que así sea, opacan interesantes procesos acerca de cómo las personas resuelven situaciones problemáticas, cómo las personas intentan hacer un mundo común y vivir en él. Esta insistencia no deja ver con claridad el modo en que las personas se organizan e inventan nuevas formas de participación o las reactualizan a partir de nuevos contextos”.De las fábricas recuperadas es de los que muchas veces habla y escribe parte de la ciencia social. Escribe acerca de trabajadores que se encuentran atravesando experiencias como la que cuento al inicio. En ocasiones, esta ciencia social describe, entre muchas otras cosas, cómo los trabajadores están “criticando” su mundo social y que esa misma crítica debería exceder los límites de la fábrica y volverse más eficaz. En otras ocasiones, subrayan la necesidad de “crear otras estructuras” y que con ayuda de la ciencia social estos trabajadores sean capaces de contribuir a procesos más abarcativos de cambio social.

Las buenas intenciones se reconocen, no hay duda. No se trata de acusar a la ciencia social de que deliberadamente recarga de expectativas las acciones de estos trabajadores. Lo que creo necesario es que tienen que prestar más atención a los efectos que pueden tener sus análisis. Las ciencias sociales deberían poder preguntarse por ejemplo, si estos trabajadores quieren ser motores o sujetos de cambio social, si necesitan o desean realmente ser más autónomos y participativos, si además de intentar sobrevivir en un mundo que es la mayoría de las veces hostil, tienen que seguir haciendo más cosas y contar entre esas cosas, la de cambiarlo todo.La gran mayoría de los trabajos escritos acerca de las empresas recuperadas llevan una imagen del mundo, establecen los objetivos y alcances de los fenómenos sociales. Determinan la dirección que deben tomar esas manifestaciones y, en consecuencia, mientras no lleguen a ese destino siguen siendo buenos intentos en algunos casos, fracasos en otros, experiencias saludables pero incompletas.“Reconocer que no lo van a cambiar todo y que nunca se lo propusieron y, más aún, que no tienen por qué, no es crear una imagen de un mundo injusto sin posibilidad de solución”.Las exigencias por parte de las teorías, por parte de algunas cosmovisiones, se vuelven varas muy altas con las que medir y medirse. Muchas veces las ciencias sociales son atrapadas por sus marcos teóricos, por sus modos de ver el mundo. Insisto, seguramente las mejores intenciones inspiran estos análisis, seguramente muchas veces parten de la indignación que provocan ciertas situaciones del mundo.

 

Las miradas del mundo y sus efectos

Al parecer en el caso de las empresas recuperadas la épica inicial con la que se trató estas experiencias persiste en menor medida hasta nuestros días. Luego, muchos análisis tomaron nota de esto y las miradas demandaban registros más “realistas”. La insistencia en ver en las empresas recuperadas una solución o alternativa al capitalismo, los irrefrenables deseos de que así sea, opacan interesantes procesos acerca de cómo las personas resuelven situaciones problemáticas, cómo intentan hacer un mundo común y vivir en él. Esta insistencia no deja ver con claridad el modo en que las personas se organizan e inventan nuevas formas de participación o las reactualizan a partir de nuevos contextos. Parecería ser que algunas teorías adjudican roles, modos, identidades, objetivos, etc. Este tipo de ciencia social es poco solidaria para otorgarles espacio a los actores. No todo es un campo de batalla, no todo son determinaciones y condicionamientos. También hay aceptación, inclusive contradicciones, pero es importante, según entiendo, mostrar que a pesar (o a partir) de esas contradicciones, las personas hacen y fundamentalmente hacen lo que pueden. Si la intención de ser crítico es necesaria siempre, también lo es ser crítico con nuestros modos de hacer investigación y en consecuencia serlo con nuestros marcos de estudio y de comprensión de la realidad. Mejores herramientas y más sensibilidad se vuelven necesarias para estas tareas.

Las teorías y sus expectativas asociadas no sólo conforman una vara para medir las experiencias de las empresas recuperadas que es utilizada por  los cientistas sociales sino  también, en algunos casos, por los propios trabajadores y el resto de la sociedad.“Estos modos de acercamiento hacia los fenómenos sociales muchas veces muestran aspectos que no querríamos ver, pero es un ejercicio necesario para lograr mejores comprensiones, mejores diagnósticos”.Esta vara es utilizada muchas veces para menospreciar las experiencias de las empresas recuperadas. Es decir, si las teorías dicen que las empresas recuperadas están a medio camino de subvertir el orden capitalista, los demás actores de la sociedad sin mucho esfuerzo pueden hacer suyos estos argumentos. Inclusive no sólo para los que quieren deliberadamente atacar estas experiencias sino para los que ven en ellas situaciones positivas. Estos últimos a pesar de su positividad sólo las ven, algunas veces, como nostálgicos y precarios intentos de cambiarlo todo. Decir que las empresas recuperadas y sus trabajadores no tienen intenciones o nunca las tuvieron de cambiar ningún orden ni de atacar ningún sistema no implica que éstas experiencias no sean enriquecedoras, que tengan muchos aspectos positivos. Reconocer que no lo van a cambiar todo y que nunca se lo propusieron y, más aún, que no tienen por qué, no es crear una imagen de un mundo injusto sin posibilidad de solución.Estos modos de acercamiento hacia los fenómenos sociales muchas veces muestran aspectos que no querríamos ver, pero es un ejercicio necesario para lograr mejores comprensiones, mejores diagnósticos. Estimo que es necesario despojarse de rígidas ensoñaciones y livianas determinaciones para lograr una mejor ciencia social. Una que no establezca horizontes deseables ni que fije únicos objetivos, que no castigue particulares modos de hacer equiparándolos con desviaciones erráticas o cosas por el estilo. Estas apreciaciones no implican falta de compromiso social o político, al contrario, es un requisito necesario para conocer más y mejor, y brindar claves si lo que se quiere es intervenir la realidad.

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