El pasado lunes 9 de abril, el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la UNSAM dio comienzo a los festejos por sus 20 años. Desde la sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, asistimos a la conferencia inaugural con la presencia de Carlos Greco, rector de la UNSAM, y los distintos decanos del Instituto: José Nun, Alejandro Grimson, Alexandre Roig y Ariel Wilkis. Quien hoy tiene la responsabilidad del decanato del IDAES, Ariel Wilkis, abrió el encuentro e historizó la trayectoria del Instituto, desde sus inicios como uno de los principales centros de estudios de posgrado en Argentina. El nuevo decano destacó la “contemporaneidad radical” del IDAES, como una de las grandes virtudes del proyecto intelectual, académico y político de la institución. Contemporaneidad que es lograda a partir de “la construcción permanente del diálogo, la interpelación crítica y la capacidad de reflexionar con la sociedad que lo rodea y de la cual es parte”. Como estudiantes de grado del IDAES, nos sentimos interpelados por el interrogante sostenido por los decanos en este nuevo comienzo lectivo: En un mundo en el que las democracias, en la forma en que las comprendemos, “parecen desmoronarse”, las ciencias sociales intervienen en el debate público e incitan a la reflexividad, pero ¿qué hacemos y qué hicimos desde las ciencias sociales hasta el día de hoy? y ¿qué rol ha jugado y juega el IDAES durante los últimos veinte años en Argentina?Alexandre Roig, analizó estas preguntas de modo paradojal: “Tal vez es en los momentos difíciles, en donde las ciencias sociales son más productivas”. El sociólogo habló de cómo las ciencias sociales nacen con la democracia, colaborando en la estructuración del modelo representativo. Con lo cual, si la democracia representativa está en crisis, las ciencias sociales también y viceversa. Asistimos a una “crisis de interpretación” que redunda en la dificultad de interpretar el mundo actual. Esta crisis es parte de un proceso de desestabilización de las formas de interpretar el mundo. Aún con las ciencias sociales en crisis -y quizás ese sea el motivo del aumento en la productividad-, los cientistas sociales tenemos una gran responsabilidad en la estabilización de los marcos interpretativos para la comprensión del mundo. Si bien, el Instituto ya tiene 20 años de trayectoria en la contribución al debate público, el ex decano vuelve a la pregunta por el rol del Instituto al apelar a un mayor nivel de abstracción:

“Hoy en día, la producción de saber -por su incompletud y su complejidad- tiene una gran dimensión colectiva. Ya no vamos a tener grandes figuras de intelectuales autorizados per se. Hoy la autorización se produce a través de relaciones colectivas. Es importante entender esto, porque lo colectivo no se agota en la interdisciplinariedad. Tiene que ver con el hecho de que se produce en colectivo, se producen autorizaciones colectivas. Eso implica también poner en crisis el ego académico y asumir que la autorización de la palabra no es la autorización de una persona, sino la autorización de una lógica colectiva que la sostiene.”

La contribución del IDAES al debate público, quizás pueda incluir la movilización de la voluntad colectiva en participar del juego por el sentido de la palabra autorizada. Para ello podemos empezar por aceptar nuestra propia lógica de funcionamiento: nuestras palabras, como sociólogos y antropólogos, están autorizadas por la lógica colectiva de la producción del saber.  “¿Cuál es, entonces, la relación entre las ciencias sociales y el futuro de Brasil?”, se preguntó posteriormente Alejandro Grimson, segundo decano del Instituto. Como estrategia para no caer en la trampa de resolver el interrogante, Grimson intenta tensionar las respuestas posibles mientras hace equilibrio para mantenerse en el lugar de la pregunta.

“Hay una tensión constitutiva, difícil de resolver, entre las múltiples interpretaciones de las ciencias sociales sobre el mundo y las múltiples interpretaciones `nativas´ o de los `actores sociales´, según el enfoque antropológico o sociológico. El problema es que es que en esos sentidos comunes de las sociedades, tenemos una multiplicidad de interpretaciones que inciden de manera determinante en los transcursos y en los derroteros que esas sociedades toman. Las ciencias sociales intervienen en la disputa por la interpretación de los sentidos que la sociedad se da a sí misma, pero hasta ahora no logran construir conceptualizaciones abarcativas que nos permitan comprender mejor las dinámicas de la sociedad y sus capacidades de autodestrucción voluntaria.”

Nos preguntamos entonces, ¿cuál es el vínculo entre las frágiles democracias latinoamericanas y la intervención de las ciencias sociales en los “transcursos y derroteros” que nuestras sociedades toman?La profundización del debate viene dada por los grandes desafíos que tendrán, tanto las democracias latinoamericanas como las ciencias sociales en los próximos años.

“No creo que pueda haber sociedades reflexivas sin investigación social, sin grandes colectivos institucionales. Pero al mismo tiempo, está claro que aunque esa condición sea necesaria, no es suficiente: necesitamos hacernos preguntas que nos expongan al abismo de entender qué es lo que falta, para poder producir conocimiento que nos acerque más a la construcción de sociedades más justas.”

Según Grimson, ese abismo insoslayable, ese “atravesar la falta”, puede ser superado si dejamos de intentar seguir interviniendo en el debate público desde un lenguaje encriptado que sólo puede ser escuchado por cientistas sociales.

“Nosotros necesitamos entender cuáles son los significados del kirchnerismo, del macrismo, del lulismo, del antipetismo. Pero ninguna de estas expresa un único significado, sino una multiplicidad que sutura en un nombre. Siempre es una multiplicidad, o sea que necesitamos recomponer los múltiples puntos de vista de una cantidad muy dispersa y diversa de actores sociales para poder comprender cómo se dan las dinámicas de sutura identitaria que llevan a ciertas lógicas de la conflictividad social y política.”

El llamado fue a que el cientista social no deje de comprender la complejidad de su objeto de investigación. En la búsqueda por la precisión, la exhaustividad y la totalidad se consideran vinculaciones, posturas, comportamientos y conflictos que hacen a la sociedad y a su dinámica. A la hora de investigar, el cientista social debe contemplar aspectos coyunturales, históricos y culturales de manera de lograr dimensionar lo complejo de su objeto. Pero a la hora de comunicar, debe comprender el lugar que ocupa y la repercusión que puede llegar a tener su discurso”. Es así como José Nun, tercer panelista de la mesa, hizo un llamado respecto a rescatar dos objetivos claves en la labor de investigación: producir y comunicar.

“Hay quienes eligen una carrera universitaria, se proponen ser investigadores y docentes y lo hacen muy bien. Prefieren dedicarse a producir papers y libros para presentar en congresos nacionales e internacionales y me parece una tarea absolutamente legítima y ponderable, porque así se desarrollan las ciencias sociales. Pero hay otra posición -que es la que prefiero- la del intelectual público, la de quien trata digerir los conocimientos que adquiere y genera, para intentar transmitirlos a la sociedad en su conjunto, o por lo menos a los sectores más amplios posibles.”

Nun concluye que, con el fin de que el trabajo producido sea comprendido e incite a la reflexión y movilización de la sociedad, es importante pensar la difusión e inserción de una investigación en la historia, sobre el futuro y el presente de Argentina. Una difusión que jerarquice el dinamismo propio de sociedades que tienen como horizonte, ser más justas e igualitarias.La conferencia nos llevó a recapacitar sobre el lugar que ocupan y pueden seguir ocupando las ciencias sociales en el debate público. Ocupación que no es posible sin una comunicación con sectores más amplios de la sociedad. Todo ello en pos de un vínculo virtuoso entre las ciencias sociales y nuestras democracias al día de hoy. Un vínculo a partir del cual las sociedades no vayan hacia su autodestrucción. ¿Cómo comprender todos los años de análisis e investigaciones, los espacios en los que intervenimos y la realidad con la que nos topamos hoy? Podemos mirar a Brasil y su democracia en riesgo de representación de las mayorías. Miramos Argentina y vemos cómo las garantías constitucionales son vulneradas con la desaparición de Santiago, de Nahuel y la doctrina Chocobar. Se hunde nuestra larga lucha por Malvinas bajo una idea de imperio en decadencia, que lega un precedente institucional contraproducente para quien quiera retomar las discusiones por la soberanía.En este panorama, debemos reflexionar de forma constante sobre el eje de la palabra. El lenguaje que adoptemos y analicemos -si es que queremos tener una voz en  este lío- puede incitar a la reflexión, puede colaborar, con rigurosidad y compromiso, en lograr una sociedad más justa. Si nos permiten tirar un poco más del hilo de los argumentos desplegados el pasado lunes, quizás el problema al que nos enfrentamos sea el de comprender que las realizaciones individuales no existen, que somos parte de un todo: tanto la caída como la llegada son construcciones colectivas. Tenemos la responsabilidad de intervenir, de forma más tangible en el sentido común y la praxis cotidiana, que hoy se vislumbran como horizontes distantes.

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