La palabra “hospital” junto con la de “neuropsiquiatría” conforman una fórmula sombría para quienes desconocemos aquellos espacios de cuidado y atención. La represión del Hospital Borda en el otoño del 2013 imprimió un panorama aún más hostil, a la vez que no supo distinguir entre los roles y jerarquías de quienes se encontraban defendiendo el derecho a la salud mental. Adentrarse en este mundo implica conocer ambas caras de la moneda: es hacer foco en las relaciones de poder, sin desconocer la militancia en pos de la desmanicomialización como proceso humanizante; es reflexionar acerca del necesario reacomodamiento de recursos en materia de salud mental, explorando la conformación de espacios artísticos como formas de resistencia. La primera vez que ingresé al Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda fui con miedo. Entré sin saber qué era lo que me iba a encontrar, buscando quién me iría a demostrar la maldad de los locos, qué tan violentos eran y cuán violentos podrían llegar a ser. Antes de ir, familiares y amigos me decían que me cuide, que guarde todas mis pertenencias, que no lleve cosas de valor y, que no me vista provocativamente porque ¡qué esperar de esa gente!

Para mi sorpresa y con gran desilusión, no encontré nada de eso. Encontré un lugar desolado, un predio con distintos pabellones desperdigados en un terreno enorme. Mirar con atención cada pabellón permite ver distintas realidades: desde salones comedores desocupados, habitaciones con pacientes pasando el rato, hasta pisos enteros llenos de ollín y ventanas sin vidrios, signo de que algún fuego estuvo visitando el hospital. Me topé con colores de murales pintados en la pared que bordeaba el hospital por el lado derecho, con algunas casitas con carteles de actividades abandonadas. Una calle llena de árboles desembocaba en el fondo del predio. Los internos pasaban y me preguntaban a dónde iba, qué venía a hacer, y si les permitía acompañarme para charlar un rato. Siguiendo la callecita, surgían escombros paradójicamente nombrados como “Talleres protegidos”, quedando perdido a lo lejos algún que otro edificio más.

Así como llegué llena de miedos, de repente me llené de otro tipo de preguntas que hacían cuestionarme internamente cuál era el verdadero problema de ese lugar: ¿los internos o la institución?

Mi entrada  al Borda se dio por medio de una amiga de la facultad. Estábamos armando unas charlas y ella dijo que iba de voluntaria a un taller del Frente de Artistas del Borda, que estaría interesante invitarlos a que cuenten su experiencia sobre la desmanicomialización. Les escribimos y con otra compañera fuimos a invitarlos personalmente. Desde aquella vez, no pude dejar de pensar en ellos y en cómo el resto de la sociedad nos vinculamos con ellos y con ese Hospital. Hacía un par de años que venía estudiando Sociología pero fue esa tarde de frío otoñal y mucho sol cuando entendí que mi rol como futura investigadora social era volver a poner en agenda su realidad. Olvidarlos, juzgarlos y darles la espalda se vuelve imposible una vez que se los escucha.El loco es malo

En la madrugada del 26 de abril de 2013, ingresaron al Hospital  Borda 400 efectivos de la policía metropolitana con el objetivo de poner a punto un terreno dentro del predio del hospital. Allí el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires construiría un Centro cívico. En aquel terreno se encontraba el Taller protegido nº 19 en el cual los pacientes del hospital realizaban, mediante un taller de carpintería, camas y muebles que se enviaban a varios hospitales del país.El taller protegido comenzó a ser demolido bajo órdenes del gobierno y fue éste el hecho que desencadenó el repudio de trabajadores, personas internadas, voluntarios y periodistas que se acercaron al lugar para evitar que el taller dejara de existir. La policía presente fue responsable de la demolición con el supuesto objetivo de resguardar la paz en estos hechos.“La represión, que no supo ni quiso distinguir entre pacientes mentales, trabajadores, voluntarios o periodistas, dejó un saldo de 50 heridos y 8 detenidos”Sin embargo, en cuanto la gente comenzó a acercarse, decidió reprimir. La represión, que no supo ni quiso distinguir entre pacientes mentales, trabajadores, voluntarios o periodistas, dejó un saldo de 50 heridos y 8 detenidos.Electroshock

En el año 2010, tras un dictamen de la Organización Mundial de la Salud, se sancionó en Argentina la Ley Nacional de Salud Mental nro 26.657 que plantea el fin de los manicomios para dar paso a una lógica de salud mental que trate a los pacientes en vínculo con la sociedad, sacando el ojo en la internación y el encierro para dar paso a un trato más humanitario en el cuidado de la salud. Este nuevo enfoque se basa en la “desmanicomialización” del paciente, evitando que se lo recluya del resto de la sociedad, priorizando internaciones cortas, atención ambulatoria y la creación de centros de día que le permitan a los pacientes mantener sus vínculos sociales en la recuperación. Focalizar en esta nueva lógica busca resolver falencias que fueron surgiendo tras la implementación del manicomio a nivel mundial, como internaciones sin fin, mala medicalización por falta de control, pérdida de la familia del paciente por la falta de contacto y vínculo, y estigmatización de su círculo íntimo, entre otras. Básicamente, la desmanicomialización, para ser un hecho, precisa un reacomodamiento de los recursos existentes que permita abrir más puertas al paciente en vez de seguir encerrándolo.

Pero, siendo que el Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda es público y funciona desde que es signado como Hospicio Nacional con presupuesto estatal, reorganizar sus recursos implica reorganizar vínculos económicos y generar nuevas áreas que permitan la externación por más que las altas jerarquías del Hospital y las autoridades gubernamentales no sean las beneficiadas.Después de la terapia represiva

Tras la represión de 2013, actualmente 6 trabajadores están procesados por resistencia a la autoridad. El jefe del operativo Horacio Giménez y el subjefe de la Policía Metropolitana, Ricardo Pedace se encuentran procesados y fueron citados a declarar por los delitos de abuso de autoridad y lesiones leves. Mientras tanto, los responsables políticos fueron sobreseídos.

En el presupuesto 2017 del hospital no figuran ni la creación de dispositivos intermedios entre el hospital y la externación, ni oportunidades de vivienda y casas de medio camino para los pacientes con alta.Hoy en día son las organizaciones como el Frente de Artistas del Borda (FAB) quienes se preocupan por el alta, la externación y la desmanicomialización correcta de los pacientes. Mientras que los responsables finales de los internados en el hospital hacen oídos sordos a la nueva normativa y a mantener el bienestar de los pacientes, son las organizaciones como el FAB, Cooperanza, Pan del Borda y la Red de Artistas, quienes hacen cara a la desidia del gobierno.Festival Dispar arte – o cómo lo violento se combate artísticamente

En cada aniversario de la represión al Borda, se realiza el festival “Dispar arte”. Este es convocado por el Frente de Artistas del Borda y Cooperanza, organizaciones que militan por la desmanicomialización desde sus inicios. Se utiliza lo artístico para denunciar el mal uso de la nueva ley, y difundir que los ejes del poder buscan seguir beneficiándose con esto, en vez de trabajar en pos de la desmanicomialización. No se desmanicomializa con palos y detenidos. Tampoco sin arreglar la estructura edilicia de quienes viven bajo ese techo. Y mucho menos se desmanicomializa tirando abajo un taller en el cual los internados aprenden un nuevo oficio que puede abrirle puertas en el futuro.En un espacio en el que debería priorizarse la sanidad mental de sus actores, las relaciones de poder abandonan a los desahuciados a su suerte. Para olvidar esta realidad triste y difundir la importancia de una desmanicomialización bien lograda el festival “Dispar arte” resulta una fiesta.“La desmanicomialización, para ser un hecho, precisa de un reacomodamiento de los recursos existentes que permita abrir más puertas al paciente en vez de seguir encerrándolo”.Hay bailarines que se suman voluntariamente, cuadros generados en los talleres, fotos de actividades anteriores, muestras de mimo y teatro hechas por talleristas (pacientes, ex pacientes, externos), radio (La Colifata) y sonrisas de internados, voluntarios, público y trabajadores.El Festival es la prueba concreta de cómo, mediante herramientas que vinculan a los pacientes con el resto de la sociedad, estos sujetos se reactivan en este espacio hospitalario. Ya no importa la enfermedad, la medicación o los padecimientos. Importan el baile, las sonrisas y el compartir. El Festival Dispar-arte y todos sus organizadores promueven en una jornada la reflexión en torno a la felicidad del compartir, replican lo que hacen a diario individualmente en un día de múltiples actividades.

La desmanicomialización es posible: hay una ley que la avala y mucha militancia que la acompaña. Pero su implementación no será realidad hasta que como sociedad entendamos su importancia, actuemos en consecuencia para defender la salud mental y acompañemos a los pacientes hacia una rápida recuperación, generando que, de una vez por todas, no se encuentren solos ni excluidos. 

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